“Puede haber una luz, uma hendidura. El camino es fatal como
la flecha, pero en las grietas está Dios, que acecha”. Jorge Luis Borges
Muchas veces me pasa que vienen a mí algunas palabras de
Jesús, como ahora, en que recuerdo especialmente “Porfiad de entrar por la
puerta estrecha”. Y cuando estas palabras me vienen a la mente, viene también
el sentimiento de una gran amorosidad. Un amor que es infinito e incondicional.
Yo no sé exatamente qué es lo que Jesús Cristo quiso decir al pronunciar estas
palabras, pero no tengo la menor duda de que el amor con que fueron dichas, es
nada más ni nada menos que el amor de Dios. Puede ser que la frase se refiera a
cosas que se nos presentan en la vida, que tenemos que hacer. No son cosas que
nos gustaría hacer, ni cosas que pensamos que deberíamos hacer.
Son cosas que
se nos presentan como obligatorias, impuestas. Muchas veces tenemos que ir por
ahí, ir por ese camino. Y allí es donde encontramos el amor de Jesús a nuestro
lado, adentro nuestro, en esa misma circunstancia muchas veces difícil o
impuesta, que se nos presenta como inevitable. Ahora pensaba que las palabras
de Jesús Cristo tienen un poder muy grande, que hace de ellas algo como
natural, dado.
Algo que si bien exige o demanda de nuestra parte un esfuerzo de
interpretación o entendimiento, al mismo tiempo nos alcanzan más allá de si mi
interpretación es o no la correcta. En algún sentido, no hay interpretación
correcta o incorrecta. Hay el amor de Dios, la presencia de Jesús, y mi intento
por andar por su camino. Un camino que tiene la naturalidad de la vida.
Yo sé que
estas cosas que comparto, sin lugar a dudas encontrarán quien las pueda comprender
como independientes de cualquier doctrina o institución. Debo esta comprensión
al padre José Comblin, cuyos escritos vengo meditando y estudiando desde hace
años. Sé que la posibilidad que tenemos, como seres humanos, de andar por ese camino
que es Jesús, ese camino que supone que la vida nos es dada como un don de Dios,
para que seamos felices y vivamos en el amor y la justicia, está hoy a la orden
del día, debido a la presencia y a los actos de Francisco, el papa.
Constantemente,
desde que asumió el cargo de jefe supremo de la Iglesia Católica, Francisco
vene conmoviendo al mundo por su humanidad y sencillez. Su coraje para no sólo
denunciar los males del capitalismo y una sociedad pautada por el dinero y el
poder, sino para demostrar, con hechos, que es posible vivir de otra manera.
El padre Comblin decía que la acción social cristiana es una acción de naturaleza personal.
Es una acción que hace que aparezca la persona olvidada. No se trata de
convertir ni de convencer. Se trata de actuar de manera tal que aparezca
nuestra propia persona, el ser auténtico que cada uno de nosotros es.
Esto lo dice
el padre Comblin en varios de sus libros: La profecia en la Iglesia, Vocación
para la libertad, recuerdo en este momento. En uno de sus discursos
pronunciados en Estados Unidos, no recuerdo si en el Congreso o en la asamblea
general de las Naciones Unidas, Francisco menciona a las personas que se
dedican al voluntariado. Esto tiene una acepción amplia.
En Bolivia, al
dirigirse a las personas participantes del Encuentro Mundial de Movimientos
Populares, dijo que estos movimientos son el gérmen de una nueva sociedad. Es
posible actuar en el sentido de un vivir en sociedad que respete la individualidad
y la humanidad de cada persona. Esto no es obra de un partido o una iglesia. Ni
tampoco una acción gubernamental, exclusivamente, sino una acción conjunta, en red,
donde todos y todas suman, o pueden sumar.
Hoy tenemos de nuevo, como en los
años 1960 y 1970, la conciencia clara de que cada uno y cada una, somos importantes.
No es importante solamente un jefe de Estado o una jefa de Estado. Yo, vos, todos
y todas somos importantes, a la hora de dar un rumbo al vivir. No estamos
condenados a vivir bajo condiciones impuestas.
Podemos y debemos actuar en el
sentido de una existencia libre, justa y solidaria, en que cada uno y cada una seamos
condición para la libertad y la plena realización del conjunto. No hay nada de
fatal, de predeterminado, en el capitalismo y la explotación de la persona humana.
Las personas no tienen valor sólo cuando producen, cuando generan ganancias.
Esto
no tiene nada de natural ni es querido por Dios. Si podemos vernos y ver la
creación como expresión de Dios, necesariamente tenemos que actuar en consecuencia.
No podemos vivir de cualquier manera. Ahí es donde otra vez resuena uno de los
sentidos de las palabras de Jesús: “Porfiad de entrar por la puerta estrecha”. No
es tan difícil seguir el camino de lo que es natural.
El agua tiene su movimiento,
fluye, se evapora, da la vuelta alrededor de los obstáculos, en vez de
debatirse contra ellos. Pasa y se va, sigue. Así también, podemos hacer
nosotros, en lo que se refiere al vivir. Podemos tratar de seguir la vía de lo
más simple. Escuchar nuestro corazón, mirar hacia adentro y alrededor, y seguir
el camino del agua.
Fluir, dejarse llevar. Confiar. Decidir, elegir. Trabajar.
Construir redes, reforzar las acciones voluntarias que promueven la persona humana
en su dignidad y libertad. En el respeto a la individualidad única e
irrrepetible que nos habita, que esencialmente somos. Esto también puede ser porfiar
de entrar por la puerta estrecha.