Podrás preguntarte
cómo es que nos podrían robar el tiempo. Es una pregunta legítima. La respuesta,
sin embargo, es obvia. Tan patente que parece mentira que no la veamos.
Sobreexigencia. Intranquilidad.
Sobresalto. Negatividades proyectadas sobre lo que amamos. Miedo, por supuesto.
Son cosas que
conocemos. ¿Y el remedio o los remedios? La vida nos va dando una manito.
No hay algo como
la extinción del pasado. La negación de la historia. Pasado e historia,
memoria, son la substancia del presente y la semilla del futuro o futuros.
¿Cuál elegir? ¿Qué
futuro construyo o construimos juntos y juntas, en comunidad, como familia,
humanidad?
En mi caso
particular, y sólo puedo responder particularmente, personalmente, sigo
construyendo un futuro presente ahora.
Veo más la continuidad de mi vida desde niño hasta
este momento y hacia los días y años que iluminan mi caminar hacia adelante.
Aquello que
permanece, lo que prevalece, es la solidaridad.
La suma de voluntades hacia lo que es más elemental y básico. Cuidar la vida. Esto es lo que veo que
más bien ha permanecido y permanece.
En la vereda
contraria, y aquí hay que mirar y en seguida desviar la mirada, está y están los
y los y las que no aman la vida sino la sofocan o pretenden sofocarla. A fuerza
de sobretrabajo y exclusión, dominación y engaño. Fuerza bruta y mentiras,
calumnia, difamación.
Las armas del
enemigo. No es mi vereda. No es nuestra vereda. No vamos por ahí.
El capitalismo y
el sistema social asentado en la explotación, la guerra y la barbarie, son un
desafío para el lado humano de la humanidad. Y este lado humano, el lado
sensible y amoroso, justo y constructivo, creativo y solidario, es el lado en
que estamos.
Esto es lo que
prevalece, como decíamos. Es lo que hay que reforzar continuamente y seguir
sembrándolo minuto a minuto.
Y aquí ya volvemos
al comienzo. Los días no son iguales, no se repiten. La vida se decide en un
instante. Cada día es una nueva posibilidad de volver hacia las raíces y
generar nuevos y buenos frutos. Hacia el sol. Hacia la luz. Hacia el amor y
desde el amor.
Desde identidades
recuperadas para la existencia plena. El paso del tiempo me sigue enseñando a
tratar de ver unificadamente. No creer a la ligera cualquier cosa que se dice. Escuchar
con el corazón.
Saber que la educación
y el arte, en especial el arte poético y literario, son recordatorios de
nuestra transitoriedad tanto cuanto de nuestra perennidad. ¡Que la brevedad del
tiempo que habitamos esté plena del sentido que seamos capaces de darle!
Más creatividad, menos consumismo.
Así el tiempo en
nuestras manos nos va revelando lo que buscamos. Lo que la humanidad viene
siendo y construyendo a lo largo de la historia, proyectada a un futuro que
debe ser cada vez más inclusivo. Más y más humanizador.
La atención es clave en este proceso. ¿Qué me sucede? ¿Qué está sucediendo? ¿Qué es lo que me hace bien o mal?
¿Qué es lo que
quiero y me hace bien? ¿Cuánto me acepto y me quiero y amo?
A menos que preste
atención aguzada a mi proceso vital, puede ser que ni siquiera esté vivo de
verdad, sino apenas aguantando. El embrutecimiento siempre fue y sigue siendo herramienta
de la dominación.
¡Que no
substituyan nuestra percepción y consciencia por creencias u opiniones ajenas! ¡Yo
en primer lugar, como agente y constructor de mi propio destino!
Nada de fe ciega
en falsos gurús o dueños del saber. El saber se genera colectivamente, a partir
de identidades y opciones valorativas, afinidades.
Atención a la
vida, sobre todo.