A veces uno se siente un poco desubicado. Fuera de lugar. A
veces es necesario cambiar de lugar, y uno demora un poco en ubicarse. Es
natural. Estabas con un cierto proyecto, en un cierto lugar, y de pronto tenés
que irte a otro lugar, a hacer otras cosas o las mismas cosas, pero en otro lugar.
En medio de otras personas. Hay que darse un tiempo. Hay que permitirse el tiempo necesario para
que se produzca el ajuste. No somos máquinas. Hay que permitirse el tiempo necesario
para que ocurra la adaptación. Ya me han tocado varios cambios más o menos
bruscos en la vida. Cambios de lugar, cambios de país, cambios de situación. Tengo
que ser capaz de tener paciencia conmigo mismo y decirme: date un tiempo. Take your time, don´t hurry. (The
Beatles)
terça-feira, 28 de abril de 2015
segunda-feira, 27 de abril de 2015
Escribir es una forma de no hacer nada
Y esto, que podría
parecer algo meramente negativo, no lo es, en absoluto. No es negativo no hacer
nada escribiendo, pues es un no hacer nada constructivo. Escribir es una forma
de no hacer nada que, al mismo tiempo, abre un espacio para una existencia más
armoniosa. No sé si esto puede resultar
claro para quien pueda estar leyendo, pero para mí sí es claro. Y diré por qué:
cuando escribo, me unifico con la parte más grande de mi ser. Aquella parte
ilimitada que existe en cada persona. Esta es la parte mía que se asoma cuando
escribo. Y lo hace muchas veces en medio de descripciones de hechos banales, de
todos los días. Describo un paseo por el rosedal o por el parque. Una escena
vista en una plaza. Un sentimiento sentido al mirar unos álamos. Y al anotar
estas cosas simples, el tiempo se va fijando. Al no haber una intencionalidad definida,
orientada a resultados, la vida se revela. El mundo viene. Lo que hay de eterno
en lo efímero, se muestra, se manifiesta.
domingo, 26 de abril de 2015
Pertenecimiento
¿Cómo lo que soy y lo que hago están insertos en mi
historia de vida? Esta pregunta me sitúa en el momento presente. Dónde estoy,
qué hago y quién soy, son cuestiones fundamentales. Cuando me hago esta
pregunta, soy yo quien viene como respuesta. Miro donde estoy y qué hago. ¿Qué
sentido tiene que yo este aquí donde estoy, en este preciso lugar, en la red de
personas con las cuales me relaciono? Cuando presto atención a ésto, puede
venir una respuesta imediata. Pero más importante aún, es que yo me dé cuenta
de qué es lo que estoy queriendo saber de mí mismo a través de la pregunta. Me
hago esta pregunta porque necesito saber que mi hacer actual, mi estar aquí y
ahora, y mi ser el ser que soy, están insertos en mi historia de vida. Hay una continuidad,
un entrelazamiento de mis actos del pasado y mi presente. Mis proeyctos de
vida, lo que pretendo hacer en algunos meses o en los próximos años, también
está en armonía con la persona que soy, con el ser que se fue construyendo a lo
largo de todos los actos de mi vida.
sexta-feira, 24 de abril de 2015
Presencia
Muchas veces escribo no para decir algo en especial, o para
compartir algo, sino solamente para sentirme aquí, para sentir mi presencia,
saber que estoy en mi lugar, estar en mi lugar. Ocurre sin embargo que al empezar
a habitar este espacio tan íntimo, y al mismo tiempo tan común, es como si
estuviera en un lugar de todos, que, sin embargo, guarda su privacidad. Escribo
hasta cuando no estoy escribiendo. Escribo y leo para estar en mí mismo, estar
en este espacio único y al mismo tiempo común. Un campo abierto. Una montaña,
un río, el mar. Ando por ahí como quien va recogiendo unos hilos de oro. Unas
pepitas de oro. Unas joyas raras. Como hoy a la tarde en el rosedal. Un portal
de glisinas. Las palmeras de la avenida de las palmeras. Y el lago. La gente
caminando o en los prados. Saber entonces que hay un lugar y ese lugar es aquí,
aquí y ahora. Un lugar de siempre y desde siempre. Una Mendoza que no cambió o
cambió mucho, no sé. No sé cuánto habré cambiado yo. Tavez mucho, talvez poco,
tal vez no haya cambiado nada y siga siendo el mismo que siempre fui. Saber que
mis raíces están aquí y también allá, en João Pessoa, y en Paraná. Rosario y Posadas.
Cuiabá y Brejo das Freiras. Tantos lugares. São Paulo y Brasilia. Brasil y
Argentina. Un país. Lugares que he ido construyendo en tantas caminatas. Tantos
sueños y algunas pesadillas. Hoy florece. Aún en la noche, serenamente, una paz
se hace presente. Una compañía que estuvo a mi lado desde el comienzo de mi
vida. Una luz que tiene nombre y que llamo Jesús. Hermano, amigo, familia. Raíces.
Redes. Todo permanece. Todo cambia y todo sigue igual. Pero no igual, diferente,
de otros modos, siempre.
segunda-feira, 20 de abril de 2015
Llegando
Ahora veo la hoja en blanco. ¡La cantidad de cosas que podrían
llegar a escribirse en este espacio! Y sin embargo a esta hora, cuando el día
está apenas empezando a clarear y recién empiezan a sentirse los ruidos de la
ciudad que despierta, solamente me vienen a la mente algunas impresiones derivadas
del cuento de Julio Cortázar que estuve leyendo anoche, antes de dormir: “Ahí
pero dónde, cómo.” La sensación de haber estado en algún lugar con alguien.
Alguien preciso, una persona determinada. Yo hablando por telefono desde una cabina
que era el porche de una casa de la cual salía una familia con niños. Allí pero
dónde, como. Era la ciudad de São Paulo, y yo tenía que llegar a un cierto lugar,
cerca de Santo Amaro, donde viví durante muchos años. Anoche al leer el cuento
de Cortázar, me vinieron impresiones precisas de lugares que raramente evoco en
mi memoria, o que raramente vienen a la conciencia. Anoche también pensaba que
después de vivir mucho tiempo, uno al final ya debería tener una noción más
propia de lo que es todo esto. Es decir, ya no nos debería bastar la
descripción del mundo que nos fue siendo impuesta desde la niñez y a lo largo
de las demás etapas de la vida. Ý no me refiero solamente a las cosas más
aparentemente obvias y triviales, sino a todo lo que existe, a lo que es la
vida como tal, el mundo como tal, nosotros mismos, etc. Salir de lo que nos fue
impuesto, para llegar a lo propio.
sexta-feira, 17 de abril de 2015
Construyendo
Me pongo a escribir, y es inmediato. Me empiezo a sentir
bien. ¿Cómo
algo tan simple puede hacerme tanto bien? Debe ser porque aquí me encuentro, aquí
soy yo, aquí respiro mejor. Aquí construyo mi mundo. Creo que no hay mejor
sensación que la de ser uno mismo, fuera de las presiones sociales, los
convencionalismos, las obligaciones. Uno se completa, al reencontrarse con esa
parte más grande que nos constituye, y que va más allá de lo que habitualmente
vemos de nosotros mismos. En el tiempo que llevo escribiendo, he ido como que pescando
pedazos de mí, retazos de vida, verdaderas pepitas de oro. Hilos de luz que
ahora vuelven a mí y me anidan. Hoy por ejemplo dí una vuelta por el barrio. Las
veredas cubiertas de hojas. Caminar sobre estrellas. Son sensaciones sin igual,
que si no las escribo, se me escapan, se pueden ir perdiendo. Al anotarlas, se
inscriben, se graban, se van imprimiendo. Y así muchas veces ando por el mundo
y siento que es mi mundo. No es un mundo extraño o distante, ajeno u hostil.
Entonces se hace más agradable el vivir. La vida se hace más plena. Es muy
lindo salir a la calle o estar con familiares o amigos, y sentir que uno está en
su propio mundo. Es como si vos fueras ese mismo mundo, y en realidad es así.
Uno es el mundo que va construyendo con sus afectos, con sus actos, con sus
relaciones, con los sueños que vamos plasmando día a día.
quarta-feira, 15 de abril de 2015
Noches sin dormir
Sólo de pensar en poner
algunas letras sobre el papel, me daba una sensación de alivio. Tranqulidad.
Paz. Todo lo que estaba necesitando. ¿Sería esta otra noches sin dormir? Tal
vez. O con certeza. No dormir hasta haber completado la tarea de juntar el día,
las impresiones, las sensaciones y sentimientos. En todo caso, allá vamos. El
tic-tac del reloj me acompaña a esta hora. La casa está en silencio y la calle
también. Sólo se oye a lo lejos el rumor de un auto que pasa. De pronto son tantas
cosas. Una película que ví ayer, “Un poder más allá de la vida,” me parece que
se llamaba. Un deportista que se quiebra una pierna y sobrevive a las dificultades
interiores y exteriores que se le presentan para proseguir en su carrera. El
otoño en Mendoza, algo fuera de lo común, en su simplicidad y belleza. Es
difícil describir, pero vale la pena intentar. Es como andar dentro de un cuadro
de Van Gogh. Verdes y amarillos de distintas tonalidades. Las veredas adornadas
de hojas de oro y marrones, desparramadas por el viento. Y uno andando en ese ambiente
surreal. Es como volver a la infancia. La vecina de enfrente. El recuerdo de
los viejos amigos que todavía viven por aquí. El mercadito. El kiosko. Los ómnibus
con los mismos colores de cuando yo vivía aquí. La ciudad se ha hecho más turística, pero no
ha perdido su aire provinciano. Esa cosa de interior, que se mantiene. Otra de esas sensaciones que no sé si podré
describir con fidelidad. Las plazas con sus bebederos. Las mismas calles que
bajan hacia el centro, cubiertas de árboles añosos. Una especie de tiempo detenido.
Parece como si nunca me hubiera ido de aquí, en cierto sentido. Hoy miraba el
parral de la casa de mi padre, y me invadió una sensación de añoranza. Recordar
a mi madre y mis abuelas, que ya no están. Hace un rato leí algunoos libros.
Unos capítulos de mi Libertatura, que
me dieron una sensación de aquietamiento, que estaba necesitando. Verme en esos
relatos me dió al mismo tiempo la sorpresa que muchas veces sinto al ver lo que
he escrito, y también una tranquilidad de saber que en mi propio pozo está el
agua que he de beber. Esto es muy bueno. Leí
un capítulo de Eva Luna, de
Isabel Allende, y también un capítulo de La
otra orilla, de Julio Cortázar. Esto es lo que más me da plenitud. Verme en
ese mundo, saberme de ese mundo. Allí respiro realidad. Y ahora ya es casi como
que decir que estoy encontrando lo que buscaba al empezar a escribir estas
cosas. Los días están hechos de muchas cosas. Son como mosaicos. Cuando uno los
arma, puede decir que la tarea está cumplida.
terça-feira, 14 de abril de 2015
Insomnio
Esas horas en las que la memoria decide hacer uno de sus vastísimos
paseos. Entonces no queda más remedio que tratar de acompañarla al menos hasta cierto
punto, a ver si después de ese deseado instante final del recorrido, el sueño
finalmente llega. Obviamente a estas horas no es algún tipo de preciosismo
estilístico el que me podría llegar a preocupar. Más bien sería dejarme llevar
por este movimento que trato de aquietar dejándolo venir a su modo. El viento
sopla y hacen ruido los vidrios de las ventanas. Tal vez alguien más
sistemático o paciente, podría iniciar o conluir un libro sobre el insomnio. Una
Martha Medeiros o un Graciliano Ramos. Yo quisiera intentar al menos registrar aquí
y ahora, mi admiración y perplejidad por lo que son la memoria, la mente, la
percepción. Anoche di un vistazo a una película que trata en parte sobre esto: O meu tio da América, que me fuera
recomendada por mi tío Ramón Pascual Muñoz Soler. “Willy,” como le llamábamos en
familia. Ayer a la tarde anduve por el centro haciendo algunas compras. Afiches
pegados por todas partes. Año electoral. El Frente de Izquierda. Recordé otros años
electorales, hace mucho tiempo atrás. Pensé que a pesar de mi afinidad con algo
que sin duda es izquierda, la recíproca no es demasiado verdadera. Es decir:
aunque me siento verdaderamente del lado de los que trabajan y trabajan por la justicia
en el mundo, muchas de las cosas que para mí son de extraordinario valor, son
simplemente ignoradas o puestas en lugares de ínfima importancia, por las
izquierdas que he conocido. Esto es como para decir que no me siento obligado a
las opciones que oferece la política partidaria. Sigo creyendo más y
practicando más la política de lo comunitario, aquella hecha de acciones en redes
dedicadas a diversos objetivos convergentes en lo humano, en espacios de
relaciones cara a cara. Ý aquí no queda más remedio que decir que lo
doctrinario y lo ideológico, feliz o infelizmente, me parecen cada vez más
falsificaciones de las cuales con afán sigo tratando de escapar. No sé con qué
grado de éxito, pero sigo tratando de escapar de esos y otros intentos de
querer atrapar la realidad y decir: la vida es esto, el ser humano es así, el
mundo es esto, y ahí vienen intrincados
sistemas de enunciados y proposiciones. Más vale sigo siendo alguien que se
sigue sorprendiendo con las cosas. El viento ahora sacude los vidrios de las
ventanas con menos ahínco, lo cual parece guardar alguna simetría con el fin de
estas disquisiciones. Si finalmente el sueño está por llegar o no, es algo que todavía
está por verse.
segunda-feira, 13 de abril de 2015
Leyendo y escribiendo
Voy mapeando mi estar aquí. Voy haciendo mi modo (mis modos)
de estar aquí. Voy haciéndome a mi manera. Descubro lo que es la vida, lo que
es el estar vivo. Vengo a mi realidad. Hago mi mundo y lo habito. Un amigo que
no escribe puede no ser um amigo. Puede ser un amigo ocupado o en mal momento o
distraído. No sé qué es, pero sé qué soy. Sé lo que soy. Sé quien soy yo. Sé lo
que es estar aquí, ahora, haciendo mi mundo, haciéndome al hacer mi mundo. Esto
que está aquí es único, no es genérico. Yo soy único, no genérico. Leo y
escribo para ser yo, en mi mundo, único.
domingo, 12 de abril de 2015
Humanamente
¿Qué haría? ¿Qué podría llegar a hacer? Escribir
hasta que llegue el día. Hasta que la luz en el cielo y el canto de los pájaros
y las voces en la calle y en la casa te dijeran que había empezado el domingo.
Escuchas el sonido de las teclas, que es como un piano silencioso a estas horas
de la mañana. Las impresiones del día se organizan a la noche. Todo va ocupando
su lugar. Es como si el pasado próximo o inmediato y el pasado más distante,
todo el pasado, fuera pasando por un proceso de organización u ordenamento.
Todo va ocupando su lugar, a mi modo. Al modo de quien escribe estas cosas a
estas horas de la mañana. No podría ser de otro modo. Intentar pasar al papel y
a quien pueda estar leyendo del otro lado de la hoja, la perplejidad del estar
vivo. Esa insistente extrañeza que es el existir. Existir a mi modo, un modo propio
que el tiempo y las experiencias no cambiaron demasiado. Trato de disminuir la exigencia
hacia los otros y hacia mí mismo, que muchas veces me crea situaciones incómodas.
El tiempo ha ido acomodando las cosas. Ahora es más un dejarme llevar, que me
crea no pocos conflictos. Al final, he sido educado y he vivido y sigo vivendo en
una cultura que valoriza el individualismo, la decisión y las opciones de cada
persona autónoma, como si fuéramos átomos y no redes, comunidades, sistemas en interacción
y en contínuo proceso de modificación recíproca. Puedo confiar, puedo dejarme
llevar. Esto no significa no tomar decisiones, sino hacerlo más bien al estilo
de las resultantes de la física. Vectores o como se llamen, que componen con otros
vectores, y al final se van definiendo cursos de acción. Es como dejarse llevar
por el río. Pero cuidado con las piedras. Aprender a fluir, dejándose llevar. Al
final, esto me deja en paz con ciertos pasados no demasiado pasados, que vuelven
y vuelven con insistencia. Pasados de opresión y engaño. Injusticia y mentira.
Me toca otra vez rehacer mi visión de mi historia. Una historia personal y
familiar, y también colectiva y social. Hoy es más comunitaria. Es como si el tiempo
hubiera vuelto sobre sí mismo. Siento que sí, el tiempo volvió sobre sí mismo.
Hoy tengo la oportunidad de resignificar mi pasado, desde mi propia visión
personal y comunal, comunitaria. Esto significa: menos ideología, menos medios de
comunicación, menos partidismo, menos gobierno y autoridades tratando de
imponerse en mi entendimento de como son las cosas. Por eso la literatura y la poesía.
Por eso la familia y la amistad. Por es el juego y la recreación. Por eso la Terapia
Comunitaria Integrativa. Por eso el cristianismo de base. Por eso el
renacimiento en una matriz que supera las fronteras nacionales y refluye hacia
lo humano, lo simplemente humano. Lo grandemente humano, en su simplicidad.
sábado, 11 de abril de 2015
Aprendiendo
Otra Mendoza, otra Argentina, otro yo. Otro y el mismo. Ni
tan cambiado, a pesar de los años. Han pasado tantas cosas. Tantos episodios,
tantos encuentros. Desencuentros. Recomienzos. Tantas vueltas y todavía estoy aquí.
Como en una calesita adonde mi padre me llevaba cuando éramos chicos. Daba
vueltas y vueltas y uno trataba de agarrar la sortija. Creo que la agarré algunas
veces, otras se me escapó. No se puede ganar siempre. Y hasta las derrotas
muchas veces nos enseñan cosas, de modo que salimos vencedores también.
terça-feira, 7 de abril de 2015
Identidad
De repente algo necesita venir a la hoja. Algo quiere ser
dicho. Tengo la impresión de que muchas veces, escribir es una forma de poner
las cosas en su lugar. Y entre las cosas que ocupan su lugar cuando uno escribe,
está uno mismo. Estoy yo mismo, en medio de aquello que se ubica al escribir.
De tanto escribir, es como si este hacer y el ser que soy, hubiera una identidad.
Soy lo que escribo. Hace un ratito, me di cuenta de que hay un texto básico, un
lenguaje elemental, que compone todo lo que existe.
Todo lo que hay está hecho
de signos, letras. En esto se fundamenta la posibilidad de la eternidad. Uno
puede llegar a la inmortalidad a través de palabras. Poesía, fe, están emparentadas. "Todo aquél que cree en mí y pone en práctica mis palabras-- decía Jesús-- no
morirá, sino alcanzará la vida eterna." Yo puedo inmortalizarme si vivo esta verdad,
si verdaderamente creo que Jesús murió para salvar a la humanidad, redimirla de
sus faltas o pecados, e instaurar el Reino de Dios. Esto sería vivir en la
Gracia, el tempo de Dios. En ese tiempo, no existe la muerte, hay una continuidad.
Hay un vivir en lo que no muere. Lo que no muere es el amor. Jesús nos exhorta
a que vivamos en el amor, a que seamos amor. Esta es uma posibilidad que el
Evangelio presenta. Es una invitación que puede ser aceptada. Yo puedo vivir en
el amor, que es confianza, y entonces vivir en lo que no muere. Me inmortalizo
por el amor. Esta posibilidad está dada. También puedo llegar a esta vivencia
de lo eterno, por la poesía. La poesía es la constatación de que existe una unidad
básica y elemental, en todo lo que existe. Esta unidad puede ser alcanzada a
través del lenguaje, que capta la belleza y la plasma.
La poesía ve lo bello
del mundo y lo inmortaliza en la expresión artística. El poeta es aquella
persona que vive en la belleza, vive en la unidad del mundo. El camino de lo
poético está abierto a todas las personas. Yo puedo adentrarme en esta
frecuencia de lo eterno, si contacto aquello que en mí mismo y en el mundo
alrededor, no muere. Este vivir en lo inmortal está dando en nuestra condición
de niños. El rescate de esta condición infantil, es la base de la posibilidad
de la recuperación de ese vivir en lo que no muere.
Cuando somos niños, vivimos
en una certeza implícita, no dicha, de que todo es confiable. No hay motivo
para temer. La muerte no es el horizonte. El miedo no está presente, al menos
no como un dato básico que pueda llegar a cancelar la confiabilidad en que
vivo, como niño. Puede haber, y de hecho hay, experiencias infantiles de dolor
o pérdida, agresión, que pueden llegar a hacer tambalear esta fe básica, esta
confianza elemental que necesitamos reencontrar como adultos, para recuperar
nuestra paz interior, nuestra certeza íntima de que es posible vivir sin miedo.
Es posible vivir confiando. Es posible vivir con alegría. Es posible ser feliz.
En algún rincón de nuestra conciencia, permanece el dato básico que nos hermana
con todo lo que existe, y que puede ser recuperado cuando somos adultos. En algún
lugar de nosotros mismos, permanece la identidad con la unidad del universo, la
certeza física de nuestra unidad con el cosmos, con todo lo que existe. En esto
se fundamenta la posibilidad de que podamos de verdad, llegar a ser felices, a
vivir en paz, no importa qué pase a nuestro alrededor, o qué haya pasado en algún
momento traumático de nuestra existencia.
domingo, 5 de abril de 2015
Re-espejando
Escribir sobre el escribir es una especie de re-espejamiento, en la medida en que el escribir es, muchas veces, ir pasando la vida al papel. Ir haciendo la vida mía, nuestra, de cada uno, de cada una. En este sentido, escribir es ir deshaciendo la ilusión de una vida igual para todos y todas, que no existe. Existe solamente mi vida, tu vida, la vida de cada uno, de cada una. Existe también la vida que vamos siendo capaces de crear colectivamente, en la medida en que vamos creando espacios de encuentro, lugares que nos unen con nuestras diferencias.
Vamos deshaciendo, individual y comunitariamente, la sensación de que estamos solos o abandonados. Vamos re-conociéndonos, rehaciendo nuestra humanidad, a muchas manos. Esto que digo del escribir, es también del escuchar. Es ir viviendo como se escribe. Es ir escuchándose en el habla de los demás. Me leo en tus lecturas de lo que escribo. Me leo en tu escritura de tus lecturas del mundo. Así, el re-espejamiento va construyendo lugares atemporales donde se restaura la unidad de la vivencia.
La unidad de la vida se restablece en los diálogos que somos capaces de ensayar. Diálogos con nuestros semejantes, por más diferentes que puedan ser de nosotros. Hay diferencias que nos asemejan. Tampoco somos tan consistentes siempre, ni tan coherentes. Y hay también las diferencias intransponibles, esas que juzgamos propias de quien ejecuta actos contra la humanidad. Estos actos tal vez ya fueron ejecutados contra nuestra persona. Esto que nos tocó tan de cerca, tan en lo íntimo, de pronto puede volver, y vuelve, una y otra vez.
Pero ya no como una repetición de la agresión. Ya no como una re-traumatización, sino como algo que nos desafía a resignificar lo vivido. Podemos ver cómo esos sufrimientos pasados nos hicieron más sensibles al dolor ajeno. Nos abrieron a una solidaridad más constante y más contínua. Nos afirmaron de pronto en una decisión interna de no apartarnos nunca más del camino elegido, un camino de amor y de paz. Un camino de justicia, que se hace en la medida en que vamos siendo capaces de darle un lugar a cada cosa. En la medida en que vamos viendo que todas las cosas tienen su lugar.
Vamos deshaciendo, individual y comunitariamente, la sensación de que estamos solos o abandonados. Vamos re-conociéndonos, rehaciendo nuestra humanidad, a muchas manos. Esto que digo del escribir, es también del escuchar. Es ir viviendo como se escribe. Es ir escuchándose en el habla de los demás. Me leo en tus lecturas de lo que escribo. Me leo en tu escritura de tus lecturas del mundo. Así, el re-espejamiento va construyendo lugares atemporales donde se restaura la unidad de la vivencia.
La unidad de la vida se restablece en los diálogos que somos capaces de ensayar. Diálogos con nuestros semejantes, por más diferentes que puedan ser de nosotros. Hay diferencias que nos asemejan. Tampoco somos tan consistentes siempre, ni tan coherentes. Y hay también las diferencias intransponibles, esas que juzgamos propias de quien ejecuta actos contra la humanidad. Estos actos tal vez ya fueron ejecutados contra nuestra persona. Esto que nos tocó tan de cerca, tan en lo íntimo, de pronto puede volver, y vuelve, una y otra vez.
Pero ya no como una repetición de la agresión. Ya no como una re-traumatización, sino como algo que nos desafía a resignificar lo vivido. Podemos ver cómo esos sufrimientos pasados nos hicieron más sensibles al dolor ajeno. Nos abrieron a una solidaridad más constante y más contínua. Nos afirmaron de pronto en una decisión interna de no apartarnos nunca más del camino elegido, un camino de amor y de paz. Un camino de justicia, que se hace en la medida en que vamos siendo capaces de darle un lugar a cada cosa. En la medida en que vamos viendo que todas las cosas tienen su lugar.
sexta-feira, 3 de abril de 2015
Paisaje
Volvía del parque. Una vuelta corta.
Tantos árboles, con distintos tonos de verde. Los portones del
parque. La gente paseando, a pie y en bicicleta. Daban ganas de
pintar esa belleza toda. Y al llegar a casa, esas hojas amarillas y
verdes, esas visiones me acompañan. Aquí, otro camino, otro tiempo,
pero integrado al anterior. Un solo tiempo. El jacarandá y las
banderas españolas. Los rosales. La conversación con mi padre, que
viene desde el origen, y ahora es en otro diapasón, otro ritmo.
Remansado. El papa Francisco, alguien que no se olvidó de ser
humano. Viernes Santo.
quarta-feira, 1 de abril de 2015
Escribiendo
Ahora me pongo a escribir, para
satisfacer esa necesidad que tengo de estar en mi lugar. Aquí puedo
respirar, puedo ser yo. Voy mapeando mi vida. Voy cambiando mi
escucha interna. Voy siendo yo, cada vez más. Y también desde aquí
escucho al mundo y a la gente, pero a mi modo. A veces capto alguna
sensación antigua, infantil, original. Voy deshaciendo al sensación
de extrañeza. Voy familiarizándome con un mundo que es cada vez más
mío, en la medida en que lo voy dejando entrar y salgo para
capturarlo. Estas cosas las he dicho ya un sinnúmero de veces. Pero
es necesario que las siga diciendo, pues al repetirlas, van ganando
fuerza. Se va haciendo más real. A medida que voy escribiendo, algo
se va equilibrando. El lado de allá y el lado de acá se van
equilibrando. La vida va pasando al papel. Pero ya no es más la vida
ajena, la vida extraña o distante. Ahora es la vida mía. Una vida
en la cual puedo ser como soy. No necesito traicionarme o
desfigurarme para estar entre la gente. El día va yendo, van pasando
los momentos. Y consigo capturar algunos instantes. Algunas figuras.
Unas mujeres en el gimnasio. Las flores celestes que se ven a la
orilla del zanjón. El viejo barrio, con tantos recuerdos. Una
sensación de familiaridad y añoranza. Es como si nunca me hubiera
ido. Como si siempre hubiera vivido aquí. Se va cerrando la brecha
entre pasado y presente. Va siendo un tiempo unificado, un solo
tiempo.
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