quarta-feira, 25 de julho de 2012

Ser uno mismo

Verdaderamente no concibo una alegría más grande que la que se siente cuando uno es uno mismo, la persona que en realidad somos, el ser que cada uno, cada una de nosotros, es. Hoy a la mañana, de madrugada, desperté y escribí un texto llamado La importancia de las pequeñas cosas. La principal de las cosas que allí se decían, que allí se dicen, es justamente esto: que uno se alegra de verdad, totalmente, por completo, cuando es uno mismo, cuando somos el ser, la persona, que somos de verdad. Entonces hay fiestas en los cielos. Y en la tierra, que es o puede ser el reino de Dios. Ser uno mismo puede parecer algo trivial, hasta obvio, pero no lo es. El sistema vive de la despersonalización. Nos empujan todo el tiempo para que seamos otra cosa, no lo que somos, no el ser que somos. Me acuerdo de un texto de Allan Watts, el teólogo de los hippies, que decía en su libro Tabu: lo que no te deja saber quién eres, que en la sociedad actual, todo lleva a que uno se torne una falsificación legítima. Uno tiende a transformarse en otra cosa, en lo que no es, para ser aceptado. Cuando me di cuenta, o mejor dicho, a medida que me fui dando cuenta, que no era más yo, que me había transformado en otra cosa que lo que soy en verdad, empecé a traerme de vuelta. No fue un proceso fácil. Uno se confunde a tal punto con las máscaras, que cree que es esas máscaras, esos papeles. Esto le pasa a todo el mundo. Lo he visto en la Terapia Comunitaria varias veces. Me acuerdo de una mujer en Sousa, Paraíba, en 2009, en una formación de terapeutas comunitarios y comunitarias. Una mujer decía que ella creía que era madre y esposa, pero que ahora había descubierto que era ella misma. Esto no me lo olvidé nunca. Yo también me creí, como todo el mundo se cree, que es esto o aquello, los papeles sociales que necesitamos desempeñar para vivir en sociedad. Pero no somos esos papeles. Yo soy sociólogo, soy pintor, soy padre de familia, soy esposo, soy cristiano, soy hijo, soy sobrino, tío. Pero en realidad, lo que soy no es nada que pueda ser definido a partir de esos rótulos, ni siquiera el más amplio, como ser cristiano, o ser humano, ser hombre. Soy todo eso, y algo más. Algo que no se puede del todo decir con palabras, pero a lo cual me voy acercando a medida que me voy despegando de las máscaras, de los papeles con los cuales me confundí durante tanto tiempo. Cualquiera de esos rótulos o papeles podría contener mi ser total. Sin embargo, tengo la impresión de que hay siempre una pequeña o grande diferencia entre el ser y los ropajes del ser. Hay unos momentos en que me sorprende todo, la gente, yo mismo, el mundo, la vida, las plantas, el cielo, todo lo que está aquí. Hay unas horas en que todo es sorprendente. Haber vivido todo lo que viviste hasta aquí. No es poca cosa. Hay momentos en que me voy con la memoria hacia los años 1960 o 1970. Me parece increíble haber vivido esos tiempos, esos acontecimientos. Tanta gente. Tantas emociones. Tanto tanto de tanto. Hasta parece que uno hubiera sido muchos, y no uno solo. Y ¿no será que hay allí mucho más de verdad, de lo que pueda parecer a simple vista? ¿Cuántos somos, cuantas somos? Nos han hecho creer, de pronto nos pudimos llegar a creer, que éramos una sola y única persona. Pero ¿será que es así? ¿Qué dice mi propia experiencia? Esta madrugada, en ese texto que te decía al comienzo, decía que me había dado cuenta, que me di cuenta finamente, que soy un escritor. Eso es lo que sé hasta ahora. No sé qué podrá venir más adelante. Ahora sé esto. O, para decirlo freireanamente, me doy cuenta de que estoy siendo escritor. Ser escritor es estar escribiéndose con el tiempo y con el mundo, con la gente, con lo que ocurre. Cuando veo una palabra que sale de mis manos y va para el papel, del papel a mis ojos, a los ojos de alguien, y vuelve, ya no soy el mismo. Soy más, soy otro, voy siendo un mundo que va siendo y que se va escribiendo sin parar. Estas cosas me llevan de vuelta a otro tiempo. Otro tiempo que vuelve. El tiempo de mi infancia. Escribía y me veía en lo que escribía. Un manantial. Ahora escribo, y, como antes, como entonces, no tengo la pretensión de impactar a quienes puedan leer lo que escribo, lo que sale de mis manos. Escribo como las plantas dan flores o frutos, o flores y frutos. Mis flores y frutos son lo que escribo. Y así escribiendo, viendo lo que viene, voy viendo la vida que va viniendo, y yo viniendo con la vida que viene.

sábado, 21 de julho de 2012

Lagoa Seca 2012

Há umas experiências, umas vivências, que eu gosto de guardar o mais rápido possível. Isto é, como diziam Ray Bradbury e Julio Cortázar, escrever o mais rápidamente possível. Estou me referindo aos dias passados em Lagoa Seca, na formação em terapia comunitária do grupo de estudantes de enfermagem em saúde mental comunitária, e outros participantes de outros municípios. Ontem lembrava, ou foi hoje de manha, não sei, de algumas vistas desde o alto do Centro Marista de Eventos, onde foi realizada a atividade. Os muros marcados de tempo, as escadas apontando para o mais alto. Tudo parecia um símbolo, ou parece agora, na retrospectiva da memória. As conversas com cada um dos participantes, a maioria jovens. O que cada um, cada uma, deixou em mim. Ontem à tarde, já de volta em João Pessoa, vira as fotos do encontro na pizzaria de Campina Grande, e não pude deixar de sentir uma forte emoção. Lembrei do primeiro dia, na verdade, do encontro na primeira noite, no salão de mosaicos desenhados, que chamavam poderosamente a minha atenção. Cada um, cada uma, dizendo algo de si. O que foi que lhe trouxe aqui. As tardes passadas no quarto, a escrever. Ou na salinha ao lado da sala do curso, também a escrever, a perpetuar sonhos, conexões, tecendo redes. Agora já é o primeiro dia depois desta vivência tão intensa, onde me senti tão acolhido. Como estrangeiro, como argentino com já tantos anos de Brasil, no entanto, alguma coisa na gente falta embaixo dos pés. Não vim ao Brasil por outra necessidade a não ser a de viver. Tanta gente vinha para São Paulo pelo mesmo motivo, naqueles anos. Fugindo da seca no Nordeste. Eu fugia da morte que assolava a vida dos argentinos, a mercê dos mercenários do exército e das classes dominantes. Uma história que deixou marcas. Todas as histórias deixam marcas. E naquela noite, nessa primeira noite na roda em que começamos a nos conhecer melhor, pude falar algo desta minha vinda ao Brasil naqueles anos. Outras e outros contaram as suas histórias, e aos poucos foi se criando um clima de acolhimento, de pertencimento. Hoje já voltei da praia com a minha esposa e companheira, Maria, com quem pude ir resignificando a minha vinda ao Brasil, o fato de eu ter recebido tanto amor do lado de cá da fronteira. A gente vai vendo a sua história, vai se soltando de nós que ficaram amarrados no passado. Culpas, raivas. Vai ganhando outro sentido estar vivo, estar aqui. Eu estou convencido, porque a experiência tem me mostrado, que a Terapia Comunitária é uma ferramenta chave para a libertação das pessoas. A pessoa ganha fôlego, pode ver uma perspectiva de reconstrução da sua existência. Não mais está condenada por algo que aconteceu ou acontece. As perguntas que aprendemos a nos fazer a nós mesmos, vão abrindo um espaço dentro de nós. Cada uma das pessoas que vi nestes dias, e com quem partilhei de alguns momentos, deixou algo em mim. Algo bom. Uma esperança, alguma coisa de mito boa e positiva. Ter podido participar desta formação, foi uma coisa muito boa para mim, e estou muito agradecido a todos e todas que dela participaram. E especialmente agradecido a Adalberto Barreto, que criou esta metodologia de libertação da pessoa humana e de construção de uma sociedade mais justa e fraterna, com respeito às diferenças. Uma aposta total na vida. Sei que virão outras lembranças, mas quero partilhar logo as que estão chegando, as que estão mais vivas, esperando que outros e outras me façam chegar também as suas.

sábado, 14 de julho de 2012

Vistas

A veces quisieras compartir algún texto. Unas impresiones. Como la de algunas vistas del antiguo Colegio Marista de Lagoa Seca, donde por segunda vez estás alojado. Ahora, acompañando la formación en Terapia Comunitaria de los alumnos de enfermería de la UFPB y otros de municipios cercanos. Ayer, veías un ángulo de la arcada que rodea el jardín interno. Un árbol florido, iluminado de noche por la luz. El pasto al fondo. Esta mañana, otra vez la misma vista, sólo que de día. Se veia la balaustrada iluminada por los rayos del sol. La luz amarilla sobre la superficie gris. Una impresión como de pasado. Las alumnas y las profesoras en rueda. El día lluvioso y gris ayer, hoy más luminoso. El tiempo que va pasando. Algunos rostros sonrientes, unas expresiones en esas caras jóvenes. Rebobinando el hilo de tu vida. Hablando de uno mismo, cada uno en su momento, y entre todos, tejiéndose la tela solidaria.