quinta-feira, 24 de março de 2011

Ahora

Necesitaba tener un lugar donde vivir. Necesitaba tener un lugar adonde ir. Esta tarde, estoy pensando en estas cosas, tratando de ponerlas en este escrito, para ver si las veo claras. Hay horas en que se te figura ser necesario hacer alguna cosa. Esto es lo que estoy necesitando decir ahora. Hay que tener un lugar adonde ir. Hay que tener un lugar adonde vivir. Y ¿qué son estos lugares? ¿Son más de un lugar o es un solo lugar? Creo que estas cuestiones han sido exploradas por la filosofía desde hace mucho tiempo, y también por la mística, la oración. Han de haber sido trabajadas también por al persona común, en su vida cotidiana, pues son cosas que se le presentan a cada ser humano. No me interesa hacer algún tipo de disquisición, sino tratar de traer a estas líneas, cosas que se me van poniendo más claras a medida que escribo. Hay cosas que solamente se te aclaran cuando las tratás de comunicar, más: cuando las comunicás. A veces, un incidente fortuito, una charla, un conflicto, la vista de unas flores en un jardín, una palabra de un amigo, pueden funcionar como ordenadores, como lo que pone las cosas en su lugar, lo que ajusta, lo que ubica. Y ¿qué es lo que se está ajustando aquí y ahora, en esta exacto momento, en este mismo hecho de estar comunicándome con vos que leés estas cosas? De pronto, es la vida misma. Es la vida misma la que se va ajustando. Hoy de mañana, en medio de una situación conflictiva, tuve la noción clara de que la vida para mí es algo invalorable, sin precio. Mientras se discutían cosas que no voy a declarar aquí, tuve esta noción clara, que comparto ahora: la vida no tiene precio, es lo más alto, lo más valioso. Y no me voy a poner aquí a tejer otras consideraciones que puedan apartarme de este foco, de este punto central. Como que la vida fue pasando, y no siempre fuiste conciente, no siempre te diste cuenta bien de lo que estaba ocurriendo. Por algún motivo, en algún momento, todo se ordena, todo se junta, todo tiene sentido. Entonces es como si todo tu pasado, todas las cosas que fuiste viviendo a lo largo de tu vida, estuvieran en el justo lugar. Nada está fuera de lugar. Aún aquello que creíste que nunca debió existir, tuvo su lugar. Dejó su marca, así como los momentos nobles, la gente generosa y valiosa que te fue dado conocer. Todo encuentra su lugar en una hora gloriosa, en una hora en que agradeces, simplemente agradeces. Dices Gracias, vida. Cuando esto ocurre, una paz profunda te invade, ocupa todo, eres esa paz, esa ubicación, ese ajuste, esa ordenación. No hay ya nada fuera de lugar. Estás done debes estar. Y esto no es una cosa fija, es cambiante. Es ahora de una manera y después de otra, vas navegando en el río de la vida. Cuando todo ocupa su lugar, eres ese mosaico de horas, de momentos, de lugares, de hechos. Una sensación de unidad te invade, y te preguntas si será resultado de las horas de meditación, si es fruto de la ración. Tratas de explicar y no puedes, dejas de lado las tentativas de interpretar, es como una sensación muy antigua, debes haberla sentido de niño, cuando todo era como debería ser, todo estaba en su justo lugar. Esta sensación antigua vuelve, después de tantos años, y es como si siempre hubiera estado allí. Recuerdas tus familiares, las casas donde estuviste, las cosas que viviste. Todo está en su lugar, todo es como debería ser. Agradeces. Paz.

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