domingo, 24 de abril de 2016

¿El fin de un sueño?

Si el golpe en marcha contra Dilma Rousseff se consumara, sería el fin de un sueño.
No solamente la posibilidad de establecerse y funcionar regímenes democráticos abiertos a la integración social de las mayorías tanto como de las minorías tradicionalmente excluídas, sino también la posibilidad de que coexistan en paz y con justicia, sectores y clases sociales antagónicos y en conflicto visceral, tales como las clases trabajadoras del campo y la ciudad, y los segmentos que viven del trabajo ajeno, tales como los estamentos políticos dirigentes enquistados en el aparato del estado en beneficio propio tanto como al servicio de los sectores dominantes del sistema capitalista.
El sueño socialista –aunque este nombre tal vez no sea el más apropiado, aunque sí el que más se aproximaría de lo que aquí estoy queriendo decir– dejaría de ser una posibilidad real, evidenciando lo que cada vez parece más obvio: que el sistema capitalista, además de ser cruel e injusto, perverso intrínsecamente, es también falso y mentiroso, ya que no puede convivir con la distribución de renta y la igualdad de oportunidades para el conjunto de la población.
El sueño de la justicia social, se vendría abajo al mismo tiempo que el falso rostro que con el que capitalismo esconde su esencia destructiva y enferma. En este caso, creo que aunque esta caída pueda ser dolorosa, a largo plazo no tendremos sino motivos para festejar.

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