El tiempo no es contínuo e indiferenciado, pero sí discontínuo y diferenciado. Esto lo puedes descubrir por ti mismo. Las cosas no son para ser hechas en cualquier momento, pero sí en un tiempo cierto, en el tiempo justo o adecuado. En el lenguaje del Eclesiastés, podemos decir que: hay un tiempo para todas las cosas.
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