A veces no tengo nada que hacer, y entonces me pongo
a escribir. Es una manera de pasar el tiempo. Y mientras pasa el tiempo escribiendo,
es como si el tiempo también parara. Es como si alguna parte mía muy esencial y
muy antigua, se hiciera presente. Voy poniendo palabras en la hoja, a ver qué
viene. De pronto se forma una frase, o van viniendo muchas frases, y siempre
llega algo nuevo, algo que me sorprende. Y aún lo que no escibo, pero es
evocado en el silencio, también me dice cosas. Vienen paisajes, sensaciones, sentimientos,
imágenes. Recuerdos de rostros de personas. Lugares. Viene la vida cuando
escribo. Y es una vida unida, reunida, sólida. Está aquí, es esto. Me han
estado viniendo imágenes muy tenues, pero muy reales. Hay gente que piensa que
lo imaginario es opuesto a lo real, pero no es así. Lo real es imaginario. Sin una
imagen, no hay nada. Todo nace de las imágenes, vive en las imagens, y se
sustenta en imágenes. Hay una imagen de flores celestes, que he estado viendo y
sigo viendo cuando cierro los ojos, y aún con los ojos abiertos. Esas flores me
acompañan, siento su presencia. Es una presencia real y efectiva. Tal vez las
pinte o las dibuje, tal vez no. Eso no es lo que importa. Lo que importa es que
están aquí, y que siento su presencia. Cuando escribo, la vida se va
recomponiendo, se va unificando. Voy fortalecendo mi estar aquí, mi presencia en
un tiempo contínuo, infinito, en el cual
está toda la gente que amo. En ese tiempo unificado está todo lo que existe.
Mis sueños personales y más que personales. Todo está aquí, y todo es esto.
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