Decisiones y dudas
son como hermanas gemelas. Donde está una está la otra también.
¿Lo digo o no lo digo?
¿Lo hago o no lo hago?
¿Estará bien o estará mal?
Esta última pregunta ahora trato más bien de substituírla por esta
otra: ¿Es justo o no es justo? Lo justo y lo injusto tienen que ver
con lo que es adecuado. No siempre uno acierta. De ahí las dudas,
las indecisiones. Estos están siendo días un tanto tensos. Se mueve
el tablero y uno no ve bien el horizonte que se avecina. Esto es para
decirles a quienes están por aquí cerca, gente querida que de
pronto lee lo que aquí publico, que por ahí puedo haber hecho algo
que les haya desagradado. Son las aguas que vienen por dentro. Muchas
cosas se mueven. En todo caso, si cabe, disculpas. Si no, todo bien y
seguimos como se va pudiendo. Trato de ganar fuerza de/en la
incerteza, como uno de los tantos recursos que a todos nos toca poner
en juego cuando las cosas no están del todo claras. Cuando el piso
se mueve. Es como si el pasado volviera, y uno está otra vez como
dice la canción: como
un niño frente a Dios.
Toda la fragilidad, las vulnerabilidades, que a esta altura del
camino ya son bastantes, y reclaman atención y cuidado permanente,
son al mismo tiempo fuentes de energía y de fuerza. Parece
paradojal, o lo es. Pero ¿no es así la vida? Por suerte, o por
destino --desatino, no atino con la palabra cierta-- todo tiende a
encajarse, a ajustarse. Todo se mueve y en este movimiento general,
uno va encontrando puntos de fijación, móviles.
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