domingo, 14 de junho de 2020

Trayectoria


Yo no sé si cuando esta nota vea la luz, Brasil habrá vuelto a ser una república democrática constitucional. Talvez sea una esperanza desmedida. Sin duda es un legítimo deseo, después del largo período de destrucción minuciosa de la ciudadanía, los derechos humanos, sociales, laborales, la cultura, la convivencia, el arte, que culminó con la elección fraudulenta que puso en la presidencia del país un criminal de lesa humanidad.

Esta operación macabra fue ejecutada por la prensa venal, la policía transformada en policía política, al servicio de la persecución contra Lula y el PT, y una masa descalificada movida por el odio, el prejuicio, la ignorancia, la desinformación, la falta de cualquier vestigio de humanidad. Obviamente un legislativo y judicial totalmente alineados con un proyecto de destrucción de Brasil y su pueblo.

Comenzó junio con movilizaciones masivas a lo largo y a lo ancho del país. La juventud, las mujeres, el movimento negro, el movimento sindical, la oposición política de izquierda, juristas democráticos, cientistas, artistas, movilizadores culturales, etc, de pie desafiando la pandemia tanto cuanto la represión policial incentivada por el delincuente que ocupa la presidencia de la república. Exigiendo el retorno de la democracia y el fin del genocidio.

Memorias llaman memorias. En junio de 1976, otro régimen ilegal y genocida, encabezado por Videla y con la complicidad de vastos sectores civiles, empresariales y eclesiásticos, expulsaba de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, Argentina, a la casi totalidad de los alunos y alumnas de la carrera de sociologia, bajo la acusación de “subversivos”. No hubo proceso, juicio, defensa. Solamente hubo un castigo, una penalidad.

En aquella época, la rotulación de subversivo era un peludio de la muerte, tortura, secuestro y desaparición de la persona. Me tocó ese destino. No cometí ningún delito, no soy culpable de nada. No sé si la delincuencia universitaria servil a la dictadura pagó por su delito. No creo. La impunidad parece ser la regla en estos casos. Hubo actos de reparación moral muchos años después, que honran a la Universidad Nacional de Cuyo.

La herida, sin embargo, tuvo que ser curada más allá de acciones burocráticas o administrativas. Fui reparado por la propia ciudadanía, en Mendoza y aquí en Brasil. La gente sabe quien soy. Yo no cambié de lado, no fingí ser lo que no era. Sigo siendo el mismo que fui antes, después y ahora.

La mentira tiene piernas cortas. La delincuencia de 1976 fue juzgada como deberá serlo la delincuencia que en Brasil atropelló todos los derechos elementales de la humanidad y la ciudadanía. Cuando un pueblo pierde el miedo y se pone de pie, chau totalitarismo. En algún momento la gente despierta, y pefiere la vida.

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