¡He recebido tantas cosas buenas, a cambio de algunas que no
valían la pena! Hoy pienso en esto, y me invade un sentimiento de gratitud. Perdí
una seguridad que yo tenía, que era completamente falsa. Pensamientos ajenos
que había asimiliado como propios, y que me hacían crer que yo era más y que sabía
más que los demás. En cambio, recibí una confianza infinita en el poder del
amor de Dios, que me acompaña y me guía en todos mis pasos. Perdí falsos
amigos, que estaban a mi lado por causa de la dificultad que yo tenía para aceptarme
como yo soy. En cambio, recuperé la capacidad de ver lo mejor en las personas. Mi
soledad es plena, está llena del afecto de las personas que me constituyen por
dentro. Cada vez más me abro al misterio de la vida. Un aprendizaje constante,
que me va adentrando en la eternidad a cada instante. Perdí la noción de ser
alguien que no tenía un lugar en el mundo. Me descubro parte de una totalidad infinitamente
amorosa y justa. El arte y el amor me abren a esta realidad.
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