quarta-feira, 12 de fevereiro de 2020

¿Puede ser la vida?


¿Puede ser la vida?
¿Puedo ser feliz?

En un contexto de nazismo, es imprescindible responder afirmativamente a la primer pregunta. Un sí afirmativo y positivo, total e irrevocable.

La segunda pregunta puede y debe ser respondida desde una posición total de aceptación de sí.

Solamente el contacto íntimo e irrestricto con nuestra originalidad e individualidad, con nuestro caráceter de seres úncos e irrepetibles, puede darnos la noción cabal del derecho a la felicidad. Yo no necesito adaptarme a padrones ajenos de manera acrítica ni automática. 

Eventualmente tengo que hacer concesiones, pero no en lo fundamental ni en lo esencial. En los días de hoy parece haber una especie de dilución de las barreras éticas y morales. Todo está “naturalizado.” Todo es posible y permitido. Pero esto no es humano. 

No hay humanidad en esa indefinición. Los límites de lo posible, deseable y aceptable, son rigurosos e imprescindibles. Fuera de esas delimitaciones, repito, no existe humanidad. Hoy tratan de convencernos de que lo anormal es normal y deseable. 

La pobreza, la violencia, la exclusión, la impunidad para los crímenes cometidos por elementos de las clases privilegiadas, nada de esto debe ser permitido. El lenguaje refleja esta operación perversa en que lo bueno y lo deseable se confunden con lo bajo y repudiable. 

Hay que prestar atención a lo que se dice, a lo que se piensa, a lo que se hace. Toda acción (y también la omisión) tiene consecuencias. Desde los medios de deformación, manipulación y dominación se ejerce la tarea de cambiar las cosas por su contrario. Lo inaceptable se convierte en normal. 

Aún  quienes se creen contrarios a este estado de cosas, frecuentemente repiten las trampas linguísticas con que tratan de confundirnos. Yo no necesito aceptar la forma como el enemigo me califica y rotula. 

Puedo y debo decidir por mí mismo cuál es mi identidad, mi eje, mis referencias valorativas. Una actitud indagativa constante y permanente es conveniente para reponer con claridad mi presencia y acción en el mundo. 

Muchas veces me hago estas y otras preguntas: ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Qué hago? ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Me oriento por mis propios sentidos o por sentidos ajenos? ¿Sé lo que digo? ¿Conozco las palabras que uso, o digo cualquier cosa? ¿Tengo tiempo para mí o sólo atiendo a los demás? 

Si el amor es el sentido mayor y eje organizador, ¿mi vida sigue esa ordenación? ¿Sé que fui y soy amado? ¿Confío y me pauto por la certeza en el triunfo final del bien? Espacios y momentos de placer y felicidad, ¿me los permito? Nada está dado por completo. En toda situación, podemos crear. El arte de vivir depende de eso.

Nenhum comentário:

Postar um comentário