¿Puede ser la vida?
¿Puedo ser feliz?
En un contexto de nazismo, es imprescindible responder afirmativamente a la primer pregunta. Un sí afirmativo y positivo, total e irrevocable.
En un contexto de nazismo, es imprescindible responder afirmativamente a la primer pregunta. Un sí afirmativo y positivo, total e irrevocable.
La segunda pregunta puede y debe ser respondida desde una
posición total de aceptación de sí.
Solamente el contacto íntimo e irrestricto con nuestra
originalidad e individualidad, con nuestro caráceter de seres úncos e
irrepetibles, puede darnos la noción cabal del derecho a la felicidad. Yo no
necesito adaptarme a padrones ajenos de manera acrítica ni automática.
Eventualmente
tengo que hacer concesiones, pero no en lo fundamental ni en lo esencial. En
los días de hoy parece haber una especie de dilución de las barreras éticas y
morales. Todo está “naturalizado.” Todo es posible y permitido. Pero esto no es
humano.
No hay humanidad en esa indefinición. Los límites de lo posible,
deseable y aceptable, son rigurosos e imprescindibles. Fuera de esas
delimitaciones, repito, no existe humanidad. Hoy tratan de convencernos de que
lo anormal es normal y deseable.
La pobreza, la violencia, la exclusión, la
impunidad para los crímenes cometidos por elementos de las clases
privilegiadas, nada de esto debe ser permitido. El lenguaje refleja esta
operación perversa en que lo bueno y lo deseable se confunden con lo bajo y
repudiable.
Hay que prestar atención a lo que se dice, a lo que se piensa, a lo
que se hace. Toda acción (y también la omisión) tiene consecuencias. Desde los
medios de deformación, manipulación y dominación se ejerce la tarea de cambiar
las cosas por su contrario. Lo inaceptable se convierte en normal.
Aún quienes se creen contrarios a este estado de
cosas, frecuentemente repiten las trampas linguísticas con que tratan de confundirnos.
Yo no necesito aceptar la forma como el enemigo me califica y rotula.
Puedo y
debo decidir por mí mismo cuál es mi identidad, mi eje, mis referencias
valorativas. Una actitud indagativa constante y permanente es conveniente para
reponer con claridad mi presencia y acción en el mundo.
Muchas veces me hago
estas y otras preguntas: ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Qué hago? ¿Por qué? ¿Qué
sentido tiene mi vida? ¿Me oriento por mis propios
sentidos o por sentidos ajenos? ¿Sé lo que digo? ¿Conozco las palabras que uso,
o digo cualquier cosa? ¿Tengo tiempo para mí o sólo atiendo a los demás?
Si el
amor es el sentido mayor y eje organizador, ¿mi vida sigue esa ordenación? ¿Sé
que fui y soy amado? ¿Confío y me pauto por la certeza en el triunfo final del
bien? Espacios y momentos de placer y felicidad, ¿me los permito? Nada
está dado por completo. En toda situación, podemos crear. El arte de vivir depende
de eso.
Nenhum comentário:
Postar um comentário