Difícil permanecer en silencio en una fecha tan
significativa como el Día Nacional por Verdad, Memoria y Justicia.
Las memorias
vienen, y queda el trabajo de mirarlas una y otra vez. Saber que fue un pueblo en
movimiento, fueron las Madres de Plaza de Mayo, fueron los organismos de
Derechos Humanos, quienes con una labor incesante pusieron a la luz del día lo
que fue la dictadura de Videla y su política de exterminio genocida.
Vienen los
recuerdos y queda acomodarlos de manera propicia y fecunda, para alimentar un hoy
que se proyecte hacia la construcción de un país que incluya a todas las
personas, sin discriminaciones de ninguna clase.
La de hoy es una jornada de
celebración. Es la victoria de la verdad sobre la mentira sistemática y repetida.
Es la victoria de una generación que se empeñó en realizar un sueño colectivo, un
país sin hambre, sin violencia, colaborativo, respetuoso de las diferencias.
Es
la victoria de quienes apostamos ayer y hoy, en la construcción cotidiana de
espacios de desarrollo humano pleno y feliz. Con toda humildad, puedo ver a lo
largo del tiempo transcurrido, que hemos vencido.
Me alegra ver mi pueblo de
pie, y yo en medio de esa vasta humanidad que no se dejó ni se deja amedrentar,
no se deja engañar, no se deja intimidar. Los tiempos actuales nos permiten una
escucha de reflexiones que las personas comparten libremente, valorizando la poesía,
los sueños personales y colectivos, la fantasia, la creatividad.
Sin arte
seríamos meras máquinas. Termino estas anotaciones llamando la atención para un
artículo de Ivana Llardo http://la5tapata.net/el-mundo-se-para-y-la-memoria-nos-siguen-transformando/,
que retrata fielmente el espíritu que nos movió en los años 1960-1970. Las utopías
siguen vivas.
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