sexta-feira, 24 de julho de 2015

Un solo país

Hay una Argentina de cuando estoy afuera y otra de cuando estoy allá. Pero ¿cuándo uno está fuera de su país, si el país es uno mismo? Esto es cierto, pero me refiero al país externo, ese que está fuera de uno, la ciudad de Buenos Aires o Mendoza, los aeropuertos de El Plumerillo o Ezeiza, el ómnibus de Tienda León, las veredas y los taxis, los bares y los kioskos, restaurantes, el país de afuera. Cuando estoy de afuera, el país de afuera está adentro, es un recuerdo. Cuando estoy adentro, no me acuerdo de que hay un país de afuera y el país me parece el mismo país que dejé hace ya tantos años. Un país de historias en los libros, de sueños de un día tornarse un país. Si hay dos Argentinas o tal vez más, parece un juego, pero es verdad. Hay veces que sé bien clarito en la cabeza, que son dos países distintos, y me río de mí mismo por ser tan crítico de un país de tiros y balas, de policía y ejército en la vida de cada uno. De iglesia y balcón de la Casa Rosada, de la casa de Gobierno. Pero hay otro país que he recordado mucho en estos días pasados. Un país sin generales ni tortura ni desaparecidos, ni crímenes contra la humanidad. Una Argentina, un país de chico, de acequias y barquitos. De parras y montaña. Últimamente, te cuento que este país está más que el otro. Es un país de niño, de patio con malvones y juegos en el piso. Los juegos en la vereda, los vecinos, el verdulero italiano y el gallego del almacén. Cada vez más este país, menos el otro. Cada vez más una Argentina, una Mendoza, muy chiquitos. Me veo en ellos o soy ellos. Un solo país.

quarta-feira, 8 de julho de 2015

La vida es más tenue

Uno puede ser menos duro consigo mismo. Puedo tratarme mejor, internamente. No necesito ser tan exigente, ni usar palabras duras. Puedo tratarme mejor. Esta mañana pensaba, en el gimnasio, que muchas veces creo ser muy duro conmigo mismo. En vez de decir: “acostumbro a ser muy duro conmigo mismo”, puedo decir: “a veces ocurre que me trato con excesiva dureza.” Esto establece un espacio. Hay una posibilidad de que las cosas sean distintas. Puedo haberme acostumbrado a ser muy exigente conmigo mismo, en función de presiones sociales. Los hombres son duros. Los hombres no lloran. Pero si me escucho, si converso conmigo mismo, si me escucho sin el afán de imponerme nada, puede haber una posibilidad. Pedo dejar de tratarme con violencia o agresividad, y simplemente escucharme. Entonces entro en contato conmigo mismo. Puedo darme cuenta de que en virtud de circunstancias de mi vida, me ví obligado a tener que desempeñarme con máxima eficiencia, para ser aceptado. Hoy ya no necesito tratarme con tanta exigencia. Puedo relacionarme conmigo mismo en mejores términos. Puedo entender que soy humano, y no una máquina de alcanzar metas y obtener triunfos o realizaciones.