Necesitaba
estar en este lugar. En el lugar donde me siento bien. El lugar que
soy yo. La página de un libro que vengo escribiendo con mis pasos,
con mi deambular por esta tierra. Sólo esta intención, el saber que
ese lugar existe y soy yo, me trae paz. Una paz silenciosa y audible.
Y ahora, en esta hora en que me pongo frente a la hoja para escribir
esto que estás leyendo, es como si se completara un ciclo. Como si
se cerrara todo lo vivido en este año que está por terminar. Veo
así como de repente, un panorama de todos los lugares donde estuve.
Las experiencias vividas, cada una de ellas, como una vivencia
completa. Semillas que crecieron en un suelo fértil. Descubrir que
se puede, que yo puedo, que juntos podemos más. Que los sueños de
ayer florecieron y siguen vivos. Son sueños compartidos y sueños
personales.
Sueños entrelazados, reforzados por la fuerza del
tiempo. Ahora que faltan pocas horas para que empiece el año nuevo,
espero con esperanza, que toda la esperanza crezca y se multiplique.
Que sea cada vez más humano nuestro mundo y nuestro trato. Y que
seamos capaces de insistir en la realización de esa vida única e
irrepetible que es la vida de cada uno, de cada una. Que esas vidas,
todas las vidas y la gran vida, sean como una rueda que gira, un río
que corre y se renueva volviendo una y otra vez a su fuente y
recomenzando a andar.