terça-feira, 29 de dezembro de 2009

Hoje recebi um cartão de Natal

Esta Navidad recibí una tarjeta. Me llegó pasada Navidad pero me alegra tanto recibirla, que no puedo menos que compartir contigo esta alegría. Es de un amigo que vive lejos. ¿Qué digo? Vive aquí. Los amigos no viven lejos. Viven aquí. Esa tarjeta me alegró más de lo que podría expresar. Al leerla sentí la alegría que siento ahora y que comparto con vos. Feliz Navidad, feliz Año Nuevo, feliz día de Reyes.

Escribir esta mañana

Esa mañana se levantara sin que nada en particular le llamara la atención. Apenas la siempre repetida sorpresa, si este fuera el término, de estar vivo, de estar respirando, de una vez más estar viendo la luz del día y oyendo el canto de los pájaros, el piso bajo los pies.

Recuerdos del día en la playa, ayer. Nadando con los chicos. La arena, el mar, el sol. La comida, la caminata, la gente pasando y bañándose.

Las palabras van creando un ritmo, de tanto escribir. Cuando te pones a escribir, prosigues un ritual antiguo, con fuerza propia, que se perpetúa en tus manos. No es un hacer arbitrario, premeditado, es una continuidad que se prolonga en ti.

quarta-feira, 23 de dezembro de 2009

La existencia es la experiencia

Pensaba en esa frase. Miraba la vida pasada desde tiempos de niño. Cuando miraba las plantas de malvón en las macetas de la casa de la calle Leonidas Aguirre 313 en Mendoza. Tanto tiempo había pasado. Era mucho tiempo, verdaderamente. Esta noche, los vecinos visitándome, pensaba. Mis hijos e hijas lejos. Hermanos y hermanas. Tanta gente. Todo giraba. Era como un túnel infinito. Cuando conoció el amor de su vida, en ese inolvidable año de 1990. Y todo empezó a volver a lo que es, a retomar su lugar. La vida volviendo a lo que es, retornando a sí misma. Hoy recordaba con su compañera ese tiempo. El Padre Comblin, los amigos del grupo ecuménico. Los vecinos, los hijos, los hermanos. Todo giraba. Papá, mamá, los abuelos y abuelas, los tíos que ya partieron, Navidad, Seu Chico y Doña Marieta. El hermano Damián. Utrecht. Tanto tiempo. Weber, Marx, la Terapia Comunitaria. La movilización social. Adalberto Barreto. Omar, Gita, todo daba vueltas. Todo volvía una y otra vez, como un mar incesante. Era la noche antes de Nochebuena, la noche antes de Navidad, la noche del 23 de diciembre de 2009. Esta noche. Boa noite, viu?

terça-feira, 22 de dezembro de 2009

Feliz Navidad (Proceso al proceso)

Pasó años sin querer oír hablar del Proceso. Cantaba Dead Flowers pensando en los desaparecidos, algunos de los cuales conoció, vivos. Una vez, sin embargo, al ver la Historia Oficial con su hermano, la cosa empezó a volver. Volvía y volvía ya de un modo vivo, no intelectual. En 1999, con su amada, se propuso a volver a ser el que fuera antes de la carta, antes del 19 de junio de 1976, cuando pudo transformarse en un desaparecido más. Empezó a esperar la muerte, sin que viniera. Venía de todas partes, sin embargo. Empezó a matarse por dentro. No quería vivir más. No merecía, pensaba. Tantos y tantas habían muerto. Tanta gente inocente, como la niñita de brazos aquella en Mendoza, que muriera mientras torturaban a la madre. Recordaba y recordaba. No lo entendería, nunca podría entender la saña genocida, la mentira sistemática, la desaparición de personas, no podía entender. De a poco, fue viniendo la luz. Fue entendiendo que aquello era necesario para esta alegría de que hoy disfrutaba. Le parecía extraño. La geometría de Dios, que le hizo escapar del infierno para encontrar su amor, el amor de si vida. Una vida con sentido. Dedicada al servicio de quienes más sufren y sin embargo, sonríen, aman, como él, como siempre amara, como no podría dejar de amar. El ciclo llegaba a su fin, parecía, el proceso al proceso finalizaba. Aún quisiera, como todo argentino o argentina, ver condenado en tribunales la infamia, la traición, la aberración, el golpe más duro de la oligarquía argentina contra su pueblo, contra el pueblo que paga sus salarios de militares y de obispos, cardenales, periodistas, cómplices del terrorismo de Estado aún impunes. Esa deuda no cierra, pensó, pero en lo individual, en el espacio de esta vida finita que un día devolveré e Dios, ya no tengo pena de lo que sufrí, de la locura en que caí durante años, y, como la madre de aquél joven mendocino asesinado en 1976, aprendí a hacer blasón de lo que para ellos, para el genocida, y el apátrida, para el mercenario y sus apoyadores civiles y eclesiásticos, es y será siempre baldón. En esta Navidad, siento llegar esa hora de luz que se anuncia para el mundo y a todos y todas los hombres y mujeres de bien, deseo Feliz Navidad.