domingo, 31 de agosto de 2014

Intentando

A veces uno intenta traer la vivencia para el papel, o para el relato, y sabe de antemano que de algún modo, se nos va a escapar. Pero también ocurre que en la tentativa, acaba llegando algo que de algún modo recupera lo vivido. Hoy han ocurrido varias cosas que me gustaría registrar. Una conversación en la mesa, al almuerzo, entre papá María y yo. La razón y el sentimiento. La parte y el todo. Dios y nuestras ideas sobre Dios. No esto o aquello, sino esto y aquello. Esto ya me trajo algo de paz. No necesito dejar la razón para ir hacia Dios. Ni dejarlo a Dios para hacer ciencia. Todo está unido. A la tarde pasé un tiempo conversando con papá en el fondo, tomando sol, como hemos estado haciendo en estos días en que el calor de la primavera que se acerca, lo ha permitido. Esto lo empecé a escribir ayer. Tratando de traer de la manera más fiel, la vivencia de la tarde, que fueron Mercedes Sosa, Jean Sablon, Los Beatles, Piero. Pero de ayer a hoy las cosas se fueron compaginando. Yo sabía que lo que había dejado de escribir, de algún modo contenía lo que estaba faltando escribir. Lo presente contiene lo ausente, que, así, está presente también. Como un rompecabezas, en el cual las piezas puestas contienen, por ausencia, las restantes. Todas las piezas están, unas por presencia, otras por ausencia. La ausencia es presencia, también. Así uno se queda tranquilo, sabiendo que las palabras que escribe, contienen por ausencia las no dichas. Como la punta de un iceberg.

domingo, 10 de agosto de 2014

Comunicación

Hay veces que uno no puede dormir, sea porque hay muchas impresiones o sensaciones, sea por algún otro motivo, como ser la entrevista de Julio Cortázar anoche en el canal Encuentro. Tan familiar la forma de hablar del escritor, que en su simplicidad describe algunas de sus obras, como Rayuela. El juego que nos aproxima de dimensiones de la vida de las cuales podemos habernos ido distanciando. Su trabajo, a través de la literatura, para disolver alguns formas de realidad aprisionadoras. Y algo que me llamó la atención, muy positivamente: en un momento, Cortázar dice que para él no puede haber una revolución que prescinda de lo poético, lo lúdico y lo erótico. Me hizo acordar a Paulo Freire, para quien el amor debería ser un ingrediente imprescindible en la construcción de seres humanos más autónomos. En fin, al venir a esta especie de gran plaza en la que tantas veces nos encontramos, uno siente que hasta el insomnio puede ser una buena forma de comunicación.

sexta-feira, 8 de agosto de 2014

Ubicación en el presente

Tenía que encontrar mi lugar, un lugar en el presente. No se puede vivir eternamente fuera de lugar. Esto puede habernos pasado durante mucho tiempo, pero finalmente todos y todas necesitamos estar en el lugar que nos pertenece. El lugar al que pertenecemos, el lugar donde podemos ser nosotros mismos. No se necesitan muchas palabras para describir esta tarea por la cual vale la pena haber nacido. Nadie nació para ser otra persona que la que es. Podemos haber pasado años fuera de nosotros mismos, haciendo el esfuerzo vano y doloroso por parecer lo que no éramos -- este es el peor de los exilios--, pero llega un momento e que no nos queda otra alternativa que la de tratar de ser el ser que somos. Esta no es una tarea fácil pero tampoco tan difícil. Al final, es como si necesitáramos dejarnos venir, dejarnos llegar. Hemos pasado mucho tiempo tratando ser quien no éramos. Tal vez esto nos fue impuesto por necesidades de sobrevivencia o de coexistencia social. Pero el ser no puede ser negado indefinidamente. En algún momento, necesitamos respirar, venir a la superficie. La propia naturaleza nos estará ayudando en este movimiento, pues el movimiento de la vida es hacia el ser, hacia la autenticidad, hacia la realidad. Hay veces que es la dificultad, el dolor, lo que nos ayuda a ser quien somos, nos despega las máscaras que se nos habían pegado a la piel y al rostro, y las máscaras caen. Pero otras veces es el amor quien nos da la mano para que vengamos al aquí y ahora, para que lleguemos al presente, para que finamente vengamos a ser y a existir como la persona única que cada uno de nosotros es.

quarta-feira, 6 de agosto de 2014

Conversando

A partir do momento em que comecei a escrever e a colaborar em meios digitais, lá pelo ano de 2001, comecei a perceber o enorme efeito terapêutico deste ato tão simples e tão significativo, o ato de se comunicar, o ato de partilhar o que vamos vendo e percebendo. As lições que pude ir aprendendo nesta empreitada, continuam a se mostrar, e continuo achando que seja uma tarefa proveitosa, a de seguir partilhando neste cara a cara às vezes distante, às vezes presencial com as leitoras e leitores, o que vou aprendendo. De longe, o efeito mais benéfico deste ato de escrever e partilhar, é o de ir trazendo para minha própria consciência, a vida tal como a experimento. Não a vida pensada, mas a vida vivida. O exercício de escrever e partilhar, traz como consequência a emergência de um viver mais autêntico e verdadeiro, o retorno de um estado infantil e puro de existir. Isto é muito prazeiroso, porque embora os anos tenham passado, é como se estivessemos indo na contramão da cronologia, cada vez mais jovens por dentro. Posso dizer com toda franqueza, que esta atividade que estou praticando de maneira continuada desde o ano de 2001, foi me trazendo frutos tão agradáveis, que a minha própria vida foi chegando a um estado de integração em que me encontro hoje. É como se o mundo em que vivo, meu dia a dia, tivesse sido moldado com as minhas próprias mãos. Cada vez vivo mais no meu próprio mundo, um mundo que tem a minha cara. Mas isto somente é possível porque tenho praticado o diálogo com um sem número de pessoas com as quais pude ir conversando sobre o que escrevo. Se hoje vivo em um mundo mais humanizado, é porque fui me tornando mais permeável ao que os demais pensam e sentem acerca do que escrevo. Desta forma, esta atividade que é muito solitária em alguns sentidos, foi se tornando cada vez mais social, cada vez mais coletiva, mais comunitária. Sinto que o mundo em que vivo hoje é mais integrado, ou eu me integrei mais no mundo. Isto é muito bom porque é como se progressivamente estivesse chegando ou às vezes estivesse habitando plenamente em uma realidade que as palavras difícilmente conseguem descrever, e sobre a qual posso dizer apenas que é como se fosse a terra prometida. Lembro então muitas vezes das palavras do padre José Comblin, com quem tive o privilégio de conviver por um curto tempo: “a terra prometida estava no seu próprio coração.” As últimas palavras que escutei dele, dirigidas a mim, foram estas: “seja fecundo na sua literatura”. Era em João Pessoa, Paraíba, Brasil. Hoje me encontro em Mendoza, Argentina, o lugar onde nasci. E sinto como se o tempo ao meu redor tivesse se compactado. Nada disto teria sido possível em solidão. É fruto do crescimento que o diálogo possibilita. O diálogo nos humaniza, nos faz gente.