segunda-feira, 26 de outubro de 2020

Um terapeuta comunitário em busca de si mesmo (PDF)

Este livro resume a minha experiência na Terapia Comunitária Integrativa. Encerrei uma etapa de aprendizado que agora segue de maneiras diferentes. Na TCI encontrei uma maneira de fazer sociologia que procura compreender para libertar.

Uma ferramenta para que a pessoa se conheça melhor, se ame, se perceba capaz de se libertar das prisões de um sistema opressor. Trocar os discursos da emancipação pela prática da liberdade. Aqui apresento o relato do meu processo de recuperação de identidade e da recomposição da minha unidade.

Com a TCI refaço o meu lugar no mundo e o meu sentido de viver. Renovo e fortaleço a validade de uma prática social desalienante. O confinamento acrescentou valor a esta experiência. O sentido de estarmos juntos, juntas, continua sendo a chave para a construção de uma vida mais plena e feliz.

Leia o livro completo:

https://drive.google.com/file/d/0B4KS2GvQoLgHQ29BRDdlcDdCMERYWWxTOTVUVHJfVk9YYTgw/view?usp=sharing

La vida como poesía. La poesía como forma de vida.

Hoy me di cuenta de que la poesía es una manera de vivir. No voy a discurrir sobre este hecho. Me basta registrarlo. Ya lo venía intuyendo y ahora llegó la vivencia integrada. Es un gran consuelo. Deja de haber disociación. Es vivir la unidad. Estoy en mi lugar y eso es poesía. Vivo organizadamente. Presto atención. Lo que quisiera decir y ya lo voy diciendo nomás es que esto de la poesía como forma de vida me redime totalmente. Recuerdo los poemas que mi padre recitaba. El Si... de Kipling. El Martín Fierro. Los poemas de que mi madre gustaba. Juana de Ibarbourou. Gabriela Mistral. Amado Nervo. Gustavo Adolfo Bécquer. Belisario Roldán. Jorge Luis Borges. Cecília Meireles. Cora Coralina. Fernando Pessoa. Violeta Parra. La poesía es pueblo en movimiento. María, madre de Jesús. La atención a lo mínimo. Machado de Assis. Adélia Prado. Con Graciela Maturo tuve la certeza de lo que anuncia esta anotación. La poesía es más que poemas. Es un estar en el mundo de una manera unificada.

domingo, 18 de outubro de 2020

Descansar. Mi lugar. Poesía.

Leo tanto que de pronto no sé en cuál de los libros que estoy leyendo encontré una palabra que ahora resuena insistentemente en mí. Descansar. Descanso. Aflojar esa presión insistente que contínuamente empuja hacia la acción. Hacer. Hacer. Hacer sin cesar. Está perfecto hacer. Es hermoso. Crear. Trabajar. Moverse. Ir de un lado a otro. Sucede sin embargo que ahora al redescubir una vez más que además de hacer puedo descansar, estoy feliz. Puedo hacer o no. Puedo ir o no. Puedo hablar o callar. Veo que hay un mecanismo compresor en actividad permanente. Yo no necesito, sin embargo, estar presionándome todo el tiempo. Eso es locura. Puedo introducir una pausa que me permita ver si quiero o no hacer algo, sea un hacer externo o interno. No necesito responder de imediato a una pregunta que escucho. Puedo ver si hay respuesta o no. No necesito actuar en automático todo el tiempo. Puedo nuevamente ver si es necesario o no, si quiero o no, si me gusta o no, si es o no el momento. O sea, en pocas palabras: puedo ser yo en vez de un robot. Si descanso me alimento de la fuente de la vida, que es poesía. Poesía es más que los poemas. Es ese lugar adonde estoy cuando simplemente me permito disfrutar del mero estar vivo. La vida es más que acción. Es también reflujo a lo eterno. Habitación en lo que que sostiene todas las cosas. Cuando descanso estoy en ese lugar eterno, en esa frecuencia. Entonces veo que muchas veces me disgusto o no estoy bien, porque simplemente no soy yo quien está ahí. Es uno que se obliga a cumplir órdenes todo el tiempo. Yo puedo liberar a ese prisioneiro. Sólo depende de mí si este instante es o no mío. Si es mío no hay tensión o casi no la hay. Es más un dejarme venir. Un dejarme estar. Un ir yendo. Un estar siendo. Entonces la existencia y la convivencia dejan de ser un terreno de ataque o defensa, sumisión o imposición. Es nomás estar donde estoy, en mi lugar. Un lugar definido y preciso. Precioso. He recorrido un largo camino para llegar hasta aqui. No tengo más apuro por nada. Y aún si algo urgente me requiriera, sólo lo podré atender si estoy en mí, tranquilamente. Esto me tocó verificar recientemente. Un pariente en casa necesitando atención de emergencia en salud. Fue posible proveer a ese auxilio especializado activando el servicio de urgencia que lo vino a socorrer. Dejar que la vida vaya yendo. Yo hago mi parte, y sé que el auxilio divino es permanente. Me ha tocado comprobarlo en circunstancias de riesgo extremo. Hoy sé que la situación en que vivimos colectivamente es riesgosa. No dejo de dirigirme constantemente hacia esa luz que brilla sin cesar dentro de mi corazón y alrededor. En ella encuentro una fuerza serena y segura que me mantiene en un estado de atención y confianza. Esa luz es lo que sostiene todo lo que existe y anima la vida en todas sus formas. Es el Dios en que creo. Un Dios cotidiano al que aprendí a reconocer desde niño y a lo largo de la vida. Esto no me evitó tropiezos, caídas ni extravíos. Al contrario, todo eso es lo que una y otra vez me trajo al mismo lugar.