domingo, 29 de agosto de 2010

El hombre calidoscópicio

Sabía ser tantos y uno sólo. Una parte de ese infinito cristal de esa memoria, el Universo, como dice el poema de Borges. Te levantas a estas horas de la madrugada, y empiezas a dejar que la palabra venga, que el río infinito empiece a definirte, hasta donde esto es posible. Lo necesitas. Dejas que desde los confines del universo las telas que te constituyen se vayan tejiendo, hilo a hilo. Conoces el comienzo, allá en la lejana noche de los tiempos. Todos y todas duermen.

Recuerdas a tu madre, tú ya eres. No te puedes definir a no ser como el hombre calidoscópico, alguien que gira con el universo, uno que es un primer motor, alguien que hace girar las estrellas a su alrededor. Recuerdas los primeros tiempos, tus tiempos de niño y de joven, las jornadas que te llevaron a las profundidades insondables de tu propio ser y a la esencia íntima de las flores, de la gente, del cielo, el agua, el fuego, la tierra, todo lo que existe.

Hay cosas de ti que no comprendes ni aceptas, quisieras cambiar, ser diferente. Te apoyas en la sabiduría milenaria de la humanidad y de la creación. Eres parte de ese todo que se crea y se recrea a todo instante, pulsas con el cosmos. Te dejas llevar por la plenitud de esta hora, de cada hora, de todas las horas.

Recuerdas al hermano Damián, al padre Fragoso, tanta gente en tu vida. Todo está contenido en todo, recuerdas. No hay una receta, y las hay todas, a cada instante, eliges caminos nuevos y viejos. Tratas de no repetir errores, te sabes santo y pecador, como todos y todas.

No apuestas en el error ni en la culpa. Buscas la verdad, cambiante, el amor, omnipresente, en ti y en todo lo que existe. El hombre calidoscópico.

sexta-feira, 27 de agosto de 2010

Eva Perón

Quisiera compartir algunas cosas que la figura de Eva Perón me suscita. No conozco mucho de su vida ni de su obra, pero me permito, y creo que lo debo hacer, decir algo a partir de los sentimientos que Eva Perón despierta en mí, esta mañana de agosto en que recuerdo la primera vez que sentí lo que siento al evocar tu presencia, Eva Perón.

Era en los años 1970, la película La Hora de los Hornos. Esa fue la primera vez que vi tu rostro, el rostro de Eva Perón en el balcón de la Casa Rosada, en Buenos Aires. El bombardeo a la multitud en la Plaza de Mayo. Otras mujeres, Eva Perón, reconozco en tu sentir, las mujeres del pueblo, las que vienen de abajo y tienen esa extraña manía de tener fe en la vida. Las que se juegan por su sentir, las que no tienen miedo.

Las madres de Plaza de Mayo. Las madres y mujeres de las clases pobres, que no se doblan, que no se venden. Que no desisten, resisten. Yo no sé dónde estás, Evita, Eva Perón. Pero sé que en la condición femenina, de mujer de lucha, guerrera, noble, entera, que tu figura evoca, muchos vemos lo que es la mujer en la vida del hombre, lo que es la mujer. Creo que el peronismo fue algo para la Argentina, mientras vos vivías. Eras el alma de una justicia que fue verdad, por poco tiempo, y que despertó el rencor y el odio de las clases dominantes.

Tu opción por los pobres no era ideológica ni oportunista. Era tu lealtad a tí misma. Era esa nobleza de quien llegando al poder, no olvida quién es, de dónde viene, su historia, su identidad, su memoria de clase. En esa lealtad, es esa lealtad, la que nos mueve, hoy y siempre, a buscar ser lo que somos, a no vendernos, a no perdernos. La opción por los pobres no significa romantizar ni endiosar a los pobres, pero sí buscar la justicia.

Es reconocer que todos somos pobres en algo, y ricos en algo, como enseña Adalberto Barreto, el creador de la Terapia Comunitaria. Es saber que todos somos aprendices, como enseña Paulo Freire. Es saber que el mundo será mundo, humano, hermano, cuando seamos capaces de cumplir en nuestra vida, la voluntad de Dios, como San Francisco de Asís, como Gandhi, como John Lennon, como cada persona en este mundo que se siente parte de lo creado.

Presente!

Ya ha empezado el día. Ela duerme. Oyes las gotas de lluvia cayendo y haciendo distintos ruidos, como lo has estado haciendo en este invierno. El ruido de un auto a lo lejos. ¡Cuánta vida ha pasado! ¡Cuánta pasará aún! Más temprano, sentías tu respiración. Anoche, el libro de meditación. Estar presente en el presente. ¡Presente! Si quisieras jugar –y jugarías, nunca dejarías de jugar—dirías a ti mismo que este es el presente que te ha sido dado, o que tú mismo te das, constantemente. Estar presente a ti, como dijera aquél poema que tu madre te diera. ¿Qué es estar presente sino estar atento? No quieres dejar este juego de poner letras delante de tus ojos, dejar que ellas vengan desde algún lugar a decirte cosas, a decirle cosas a quienes esto lean. Ser niño, piensas. Ser niño es vivir en ese eterno tiempo feliz que no se sabe tiempo ni eterno ni feliz, pero es eterno y es feliz. Un niño no piensa e la muerte, no se preocupa con la gente que no le gusta ni con nada. Vive, es feliz sin saberlo. Un pájaro canta. Estás aquí. Eres feliz, niño.

domingo, 22 de agosto de 2010

Otro tiempo

Te levantas a estas horas de la madrugada. Todos duermen. Llueve. Las últimas gotas de la lluvia hacen clic. La casa está en silencio, y cuando el mundo calla, escuchas. Bajas la escalera hasta la máquina de escribir de estos tiempos. Una hoja en blanco se dibuja delante de ti. Escribes, o mejor, dejas la palabra venir. Vas viendo lo que viene y te sorprende, pues eres tú. Eres la vida silenciosa que retorna. Tantos recuerdos. El 22 de agosto. La masacre de Trelew. Eras chico, pero no olvidas. Nadie olvida. Otras masacres antes y después. La historia argentina. La impunidad. Los secuestros, desapariciones. El golpe de 1976. Los campos de concentración. El exilio. Recuerdas cada instante. El viaje a la frontera. El miedo. Los amigos en los tiempos de la obscuridad. La protección. La solidaridad. El amor. Una cadena de solidaridad. Los primeros tiempos en São Paulo. La mujer de tu vida. Los primeros trabajos. Los chistes. Las chicas. Ahora la lluvia ha parado y oyes el sonido del vigía en la noche. La vida pasa rápido, piensas. 1972. 1977. 2010. ¿Qué horas son? La hora eterna. El tiempo que no pasa. Vives en familia hoy. Otra familia. Tantas familias. Una sola familia. El tiempo se detiene y lees estas cosas. Dejas que el tiempo se pare. Ya no anda. Eres esa eternidad. Algo en ti lo sabe. Enseguida el domingo comenzará y otra vez la vida empezará a rodar en la bicicleta de tus anteojos, como decía Cortázar en alguno de sus cuentos. Cortázar. Borges. Fernando Pessoa. Jesús. Qué importa a qué edad Jesús se ilumnió. Vives la religión de la vida, una religión que no tiene dogmas, ni sabe ser una religión. No te crees mejor ni peor que nadie. El enigma te desafía. Sabes que debes conocerte, esa es la llave. El reino es esto, como decía Dom Fragoso. Ella duerme. Recuerdas los días pasados. ¡Cuánto tiempo había pasado! La nieve en Mendoza, como en 1977. Parecía que aún estabas en la montaña, en la compañía de esquiadores de alta montaña 8, teniente primero Ibáñez. La jura de la bandera en el Cerro de la Gloria. Un sol radiante ese 8 de octubre. Mirabas la bandera ondeando. Soldado, ¿juras a la patria seguir constantemente su bandera y defenderla hasta perder la vida? Jurabas a Dios, a la Divina Madre, a Aquello que no muere. ¡Sí, Juro! 22 de agosto. La masacre de Trelew. Videla, los perros, la antipatria, la tortura, los campos de concentración, las Madres de Plaza de Mayo. ¡Sí, juro! Otra Argentina vino desde abajo. Los movimientos de barrios de pie. Las mujeres luchadoras. ¡Sí, juro! Se te asoma un lagrimón. Tu madre se fuera, como lo hicieran Dom Fragoso y Ramón. Es otro tiempo. ¡Sí, juro! 22 de agosto de 1972, 2010. Los rostros de las guerrilleras y guerrilleros en las calles de Mendoza. Los habían matado a todos, cobardemente. Nosotros no olvidamos. ¡Sí, juro! Algo en tí sigue expectante. Sabes que la vida es más, pero con justicia, paz. Enseguida empezará el domingo de día, y esn este borde de vida de la hoja en blanco donde ves las letras apareciendo, un sol empieza a brillar, como en aquél 8 de octubre en el cerro de la gloria. Un auto a lo lejos. Se acerca la estación Terminal. El viaje ha de terminar, como todos los viajes, y otro empieza. Hay un lugar, lo sabes, todos sabemos. Vas hacia allá, todos vamos hacia allá. Ya no hay tiempo para otras cosas. La vida es tan intensa. Recuerdas desde el comienzo hasta esta hora. La casa del carril Sarmiento. Leonidas Aguirre. Y hoy ella, por quien estás vivo después del largo exilio. Por quien empezaste a vivir, cuando viste su asombro delante de los recuerdos del horror. Un pájaro atravesó el cielo cuando se conocieron. Amor imposible, parecía. No hay amor imposibe. El amor es lo que hace posible la vida, al resurrección, esto que está aquí, y lo que más allá nos aguarda, aquí mismo, en el Reino de Dios, como decía Dom Fragoso. Bienaventurados los vientos que aquí te trajeron. Amiras la vida humana, las flores, la gente, el respirar, el estar vivo. Tanto amor, recuerdas. Siempre el amor. Solamente el amor. Los Beatles, Love, love, love. Love is all you need. ¡Sí, juro! No olvidarías, nadie olvida. Todo es una parte del infinito cristal de esa memoria, como dice Borges. Everness. 22 de agosto de 1972. La masacre de Trelew.

sábado, 14 de agosto de 2010

De día

Cuando empieza el día y no tienes nada que hacer, escribes. Escribes para que la vida no se te escape, para que puedas hacer tuyo desde el primer respirar hasta el primer rayito de luz que llega a tus ojos. Todo te pertenece, tuyas son las riquezas que nadie puede robar. El día empieza y tú con él, ¡oh, viviente! ¡Cuánto irás atesorando hasta la hora en que la luz se haya ido!

sexta-feira, 13 de agosto de 2010

De noche

Cae la tarde, va bajando el sol y de a poco las cosas van escondiéndose en la sombra. Enseguida, será de noche, y verás otras luces ocupar el lugar de la del sol en la función de mostrarte los caminos por donde has de andar. No son lo mismo, pues las estrellas y las luminarias iluminan bien menos que la luz del sol. Pero de todos modos siempre podrás ver algo, si la luna te ayuda con su luz de plata.

quinta-feira, 12 de agosto de 2010

Tiempo

El tiempo se arrastraba lento. Miras el reloj y las horas no pasan. No sabes ya cuánto hace que ella ha salido. La tarde gris. Un pájaro canta. Un perro ladra más allá, por el fin de la casa. Escuchas el eco de los ladridos. Recuerdas lo que hablaron. Muchas memorias en la tarde gris. Los días con tu padre y con tus hijos. Aeropuertos. Amigos, gente nueva en tu tierra natal. Y ahora en casa otra vez. Otra casa. Eres la casa. El tiempo se arrastra lento. Han pasado algunos minutos desde que comenzaste estas líneas. Pero parece una eternidad. Las horas no pasan. Oyes aún el ladrido del perro a lo lejos, retumbando. Una motoneta en la calle cercana. Ya llegan a su fin estas líneas. Y el tiempo está como parado. Te admira esto. Es como si se hubiera detenido todo.

Expansión

Cuando el día viene del sueño y el sueño no te deja, dejas que esa somnolencia te diga cosas. Como hoy, en que el día nublado y el frío desde temprano, como que te despiertan y vienes a asomarte a este lado de la vida que llamas vigilia, realidad, mundo real, o cosas así, sabiendo que las cosas no son así. Juegas con esos dos lados de la vida como un niño que va y viene por los portales de la vida. Andas por aquí y de pronto algo te recuerda lo que soñaras anoche. Un número, una persona, alguna presencia, lugares, paisajes, sensaciones. Recuerdas los libros de Lovecraft y los de Cronin, los de Hermann Hesse y los de Cortázar y Borges. Anoche y esta mañana leías O farol do Norte, de Cronin, y la lectura te llevaba a otros libros suyos. Admirabas la forma como el autor te lleva a la intimidad de los personajes, a escenas domésticas o profesionales. Y aún más te maravillaba la manera como los escenarios y los personajes de todos sus libros están concatenados. Otros no, son totalmente diferentes, como Uma extraña mulher y Encontro de Amor. Leías una frase de Simone de Beauvoir en el almanaque de la sala: El ser humano sólo se supera totalmente en el arte. Estaba en portugués: O ser humano apenas se ultrapassa totalmente na arte. Ou pela arte. No se bien cuál es la expresión, pero sé lo que dice. Sabes que es así. Sólo el arte nos lleva más allá de lo efímero, más aún que la religión o la religiosidad. La belleza de un paisaje o de una mujer hermosa o de un niño o de una flor, nos transportan. Y aún más nos transportan cuando esa misma belleza viene de una canción como la que anoche escuchabas en medio de la obscuridad, cuando faltó luz. Los sonidos te expandían, y te preguntabas cuántos has sido, cuántos sos. Ahora ella corrige trabajos a tu lado y vas dejando estas reflexiones. Chau, bom dia.

quarta-feira, 11 de agosto de 2010

Integridade

Cuando nada tienes para hacer, tejes en el telar que tus ojos ven ahora, o dejas que las palabras te tejan. Una tarde como hoy, dejas que esos hilos infinitos te lleven y te traigan desde los confines del universo a esta hoja que ves. El frio del cielo gris y el ladrido lejano del perro, un auto que pasa, los sonidos de ella que baja la escalera. El tictac de las teclas que tus oídos registran. Todo es parte de la misma sinfonía, la sinfonía de la vida de que formas parte, de que todo forma parte. Esta tarde y todas las tardes, este dia y todos los días, los que fueron y los que serán. Los que fueron desde el comienzo de los tiempos y los que anidan en la matriz de la vida. Todo es una continuidad, una diástole y una sístole, y tú con ello, pulsas. Dejas que el frío y los sonidos, la eternidad te envuelve. Te dejas llevar por el sonido de las letras que tejen y destejen caminos. Eres una letra de ese camino. Tratas de descifrar el enigma que eres, el enigma de estar vivo o viva. Es más de lo que puedes comprender. Apenas te admiras. Sabes que no hay explicaciones para el misterio de la vida. Apenas vives, con la noción de estar a un paso de lo eterno. Las civilizaciones pasadas, lo que aún está por venir. Lo que los antiguos pueblos hicieron y lo que se extiende mucho más allá de cada vida humana, de toda vida, animal, vegetal, mineral. La insondabilidad del cosmos. Todo anida en ti. Tú eres Aquello, como dicen los hindúes. Y por más que se te anude la garganta al tratar de expresar lo que sientes, sabes que lo intentas y el intento te remonta a ese origen y final de donde viene todo y adonde todo va. Te dejas llevar por el ritmo de la tarde, de las teclas que resuenan en tus oídos, por el viento y por el canto del pájaro. Tú eres Aquello. Oyes los sonidos de ella por la casa. Es un nido. Ella y la casa. Tú eres el nido. Eres el origen, el medio y el fin. El comienzo y la continuidad y el concluir.

domingo, 8 de agosto de 2010

El lugar del libro

Un libro puede ser un lugar para vivir. Pero si has adquirido el hábito de creer en el mundo exterior, talvez pienses que te estoy hablando de lugares imaginarios, que juzgas irreales. Te estoy hablando de lugares imaginarios, si, pero son más reales que cualquier cosa que tengas por real. No hay nada que sea real sin ser imaginario, y solo es real si es imaginario.

Puede ser que pienses que estos son juegos de palabras,y lo son, pero no hay nada más cierto que los juegos. Te molestan las incertezas, pero en verdad te digo que son lo único cierto. Hoy me desperté con saudades de mi libro Caetés, de Graciliano Ramos. Su tapa rústica, sus hojas amarillas, los lugares adonde voy cuando me tiro en el sofá a leer o simplemente a dejarme llevar por la narrativa, por el clima, por el tono.

Como no tengo Caetés a mano, fui a la biblioteca y hallé Historias Extraordinarias, de Edgar Allan Poe. Sentí algo parecido, no lo mismo, pues los libros son lugares específicos y no genéricos. Sin embargo, algo em mí lo reconoce como semejante. Son lugares atemporales, como A mão e a luva, de Machado de Assis, o Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury.

Hay veces em que necesitas refugiarte en esos lugares de fantasía y hacia allí refluyes para rehacerte, para volver a ti mismo o a ti misma cada vez que la vida te dice que no.

Pueda ser que alguien te diga que eres escapista, que la realidad, que los hechos, pero tu sabes muy bien que eres la persona más realista del planeta cuando vas al lugar que el libro te ofrece.