terça-feira, 29 de abril de 2014

Melodía

Puedo ser yo. Puedo estar aquí. Si puedo ser yo, soy libre. Si puedo estar aqui, estoy en paz. Uno se va soltando. Se va dejando ir. Se deja llevar. Puedo confiar. Puedo dejarme ir. Puedo soltarme. Puedo dejarme llevar por la corriente, por la vida. Me dejo llevar y estoy aqui. Soy esto. Puedo ser esto, y, de hecho, soy esto que está aqui. Aquí estoy. Esto soy yo. Este soy yo. No podría ser otra persona, aunque muchas personas repercuten en mí, positiva y también negativamente. Respiro y todo se acomoda. Como en el agua. Todo ocupa su lugar y yo también. Todo es como debe ser. Mis hijas e hijos, los seres que amo. Mi familia y amigos son melodías. Son notas musicales que cantan. La Terapia Comunitaria Integrativa. La poesía y la literatura. El seguimiento de Jesus. Hinduísmo y Espiritismo. Meditación. Amor. Canción. Son. Soy. Somos canciones musicales. Somos uma melodía universal.

sexta-feira, 25 de abril de 2014

Pasar la vida en limpio

Escribir es muchas cosas. Es verse. Es saber como uno es. Es ser uno mismo. Es estar en uno mismo y desde ahí ser uno con los otros. Y también es pasarse en limpio. Deshacerse de las falsas identidades que se te pegaron con el tiempo y estar aquí, ahora, en esto. Ser cada vez más el ser que sos, y no las copias archivadas en la memoria, ni las máscaras sociales. Estar cada vez más en este tiempo único y fugaz del instante, cada vez más unificado con el todo. Cada vez más uno con el todo.

terça-feira, 22 de abril de 2014

Muchos días en un día

Cuando tenemos poco tiempo, el tiempo se multiplica. Vivimos varios días en un día. Por ejemplo, ayer me tocó vivir varios días dentro del mismo día. Esto es real, no es una ficción o imaginación. Pude vivir varios días en distintos momentos. Día de caminar por el parque con mi amigo Marcelo, y aún dentro de este día de pasear por el parque, otros días más chiquitos: día de ver y fotografiar flores por el rosedal y por el autódromo, día de ver los eucaliptos y sacarles algunas hojas, día de ver las chicas que pasean, día de escuchar las acequias cantando del agua. Aunque esto en realidad es un préstamo de un otro día anterior, día con María de escuchar el canto del agua frente a la casa de Los Zorzales en Las Carditas, que fuera de Gita y Omar. Días dentro de días, días y más días dentro de más y más días, infinitamente.

quinta-feira, 17 de abril de 2014

Volviendo

Un gran silencio. Un espacio vacío. No era lo que creía haber sido. Descupabilizando. Naturalizándose. Recordaba la charla con su amada la noche anterior. The night before. Resonaba la canción de Los Beatles. El texto iba abriendo un nuevo rumbo. Había sentido una antigua inocencia, la vida recomenzando desde si misma, en sí misma. Una sensación virginal. La charla le había dejado la certeza de que no había tal cosa en su vida. No era eso. El pasado era el abono de donde nacía una flor hermosa. El presente. Esto aquí ahora. Mientras el frío de la mañana mendocina le traía antiguas memorias que el tiempo recuerda. Más tarde seguirían rumbo a Uspallata. Pero ayer seguía viniendo. Las palmeras del Rosedal. Las pérgolas de las flores. Las rosas, zinnias, claveles de la India. El pasto crecido. Abandono. El lago del parque San Martín y las botellas de plástico flotando. Los ceibos. La avenida de las palmeras datileras y la gente corriendo o patinando, pasando en bicicleta. Y al pasar por el Club de Regatas, los autos parados. Los jardines, los prados verdes, tupidos de follajes oscuros y claros, y el sol jugando con las sombras y con el frío de la tarde que ya se iba mezclando con el viento. Miraba aquellas palmeras altas, trabajadas en sus hojas, como grabados en el tiempo. Esta sensación era muy fuerte, inolvidable. La había tenido también en las cataratas del Iguazú, donde anduviera con su amada en enero de 2013. Y ahora la sensación volvía muy clara y fuerte. Palmeras talladas en el tiempo. Como el mar cincelado en Joao Pessoa, o los bamuzales de Praia Bela, en Paraíba. Palmeras talladas en el aire, como trabajadas a cuchillo, pero inmóviles, quietas, eternas. Y la gente en los prados, conversando, haciendo pic-nics. La panadería La Parra. El encuentro con Leo que se iba a dar clases de guitarra. Y ahora al evocar, ese mismo silencio nace la vida. Una vida callada pero plena. Un lugar virgen, deshabitado, pero pleno, feliz, transbordante. Semana Santa, pensó. Debía ser eso. Algo más allá de lo comprensible. Un espacio dentro de sí. Una pregunta no formulada. La vida vuelve de sí misma, en sí misma. La infancia volvía plenamente. Recodaba las canciones que mamá cantaba. Abuelita y abuelito. La estación de trenes. La calesita con papá y con sus hermanos. El avioncito rojo. El Daniel. El club israelita. Las bicicleteadas a Potrerillos. Todo estaba allí, como ayer. La vida había vuelto. La exacta sensación de que las letras tenían un lugar preciso, como ladrillos uno al lado del otro.

quarta-feira, 2 de abril de 2014

Pertencimento

“Na Terapia Comunitária Integrativa, a cura passa pelo resgate das raízes e dos valores culturais que despertam no homem o valor e o sentido da pertença.” Esta é uma frase de Adalberto Barreto no seu livro Terapia Comunitária passo a passo. Ela ressalta o valor e o sentido da pertença. O pertencimento faz sentido, é um valor fundamental. O ser humano é parte. Cada um de nós é uma parte que só se totaliza (só se integra em si mesma) ao se descobrir parte de um todo que a inclui.

No seu artigo "As dores da alma dos excluídos no Brasil," Adalberto Barreto nos diz, de maneira muito clara e contundente, como é que a maioria de nós, migrantes (e em algum sentido, todo ser humano é migrante), nos ausentamos de nós mesmos, deixamos vazio o ser que somos.

Na migração para a cidade, vindo do interior, o migrante se vê obrigado a cortar com as suas raízes. Perde a sua fala própria, seus costumes, seu contato com a terra, mas, sobre tudo, perde a sua pertença a uma rede social, a uma teia de contatos com os quais mantinha uma relação direta. Eunice Durham, no seu livro A caminho da cidade, também retrata este processo.

Nesse processo de chegada a uma grande cidade, a pessoa vai se perdendo de si mesma, vai perdendo a noção do seu valor, vai se depreciando. Neste contexto, a inserção em novas redes sociais que possam lhe devolver um sentido de pertencimento, é vital. A Terapia Comunitária Integrativa é uma dessas redes que acolhem as pessoas que estavam desgarradas, e possibilitam que vão se reencontrando com as suas raízes, que vão recuperando o sentido do seu valor.

E, sobre tudo, o sentido e o valor de pertencer, de ser parte, de fazer parte. A sociedade capitalista gera alienação; na verdade, vive da alienação, do estranhamento, da dissociação da pessoa dela mesma, da transformação das pessoas em seres ocos, vazios, sem sentido, mão de obra para o capital, massa de manobra para os políticos e as religiões domesticadoras.

Na Terapia Comunitária Integrativa se criam espaços de ressignificação da vida das pessoas e comunidades. Não é que a TCI venha lhe dar um sentido à sua vida, é que na TCI, você vai se lembrando de quem você é, de onde veio, quem foram seus pais, quão são os seus valores, as coisas que para você valem a pena. Você ganha um impulso muito forte para integrar a sua vida: seu passado, seu presente e seu futuro. Você descobre outra vez um espaço dentro de você mesmo.