sábado, 28 de junho de 2014

Escribiendo

Muchas veces me ocurre de no tener nada que hacer. Varios de mais escritos comienzan de esta forma, lo que va situando el punto de partida de mis observaciones. Es el ocio, tan combatido como necesario. Más allá de la utilidad, que por supuesto tiene su utilidad, está el ocio (o más acá), también con su propia utilidad, una de las cuales consiste justamente en ponernos en un lugar de la realidad desde el cual podemos ver sin la exigencia de lo útil. Podemos ver o tratar de ver lo que está aquí, lo que está allí, dentro y fuera de nosotros, registrando su mera existencia, su mero estar ahí, estar aquí. Ese estar aquí tan escurridizo, una vez que estamos metidos en una especie de corrida constante hacia otro lugar, hacia otras cosas que no son esto, no son lo que está aquí. El aquí y ahora parece estar siempre escapándosenos, debido a esta corrida contínua hacia otro lugar. Por eso el no hacer nada es tan valioso, en su modesta humildad. De él nace esa atención simple que teníamos de niños o de niñas, cuando mirábamos las hormigas o las flores o la montaña o el agua que pasaba por la acequia, absorvidos completamente en ese acto. Después vinieron y siguen viniendo las obligaciones, las tareas, lo que hay que hacer, que nos van apartando de lo que está aquí, en nombre de la utilidad. La utilidad tiene su utilidad, repito. No se me acuse injustamente de combatir lo útil, que sería una insensatez. No existen acciones que no objetiven algún tipo de resultado. Lo que estoy tratando de profundizar aquí, sin embargo, es el no hacer nada como lugar de donde nace la creación, el lugar de donde nace una especie de quietud en la cual nos rehacemos, ya que por algunos instantes, estamos involucrados en la simple presencia, en el simple estar aquí. Muchos de mis escritos comienzan registrando ese hecho, el que por no tener nada que hacer, me pongo a escribir. Voy poniendo letras unas al lado de las otras, o dejo que alguna observación venga a bajar a los renglones. En estos hechos simples, la vida va regresando a ese estado original de no utilidad, de no aplicación, en el que no estamos preocupados o preocupadas con algún resultado, sino solamente con el estar aquí. El estar aquí no es solamente pasivo, sino que tiene sus propios ritmos, es una especie de movimiento casi detenido, en el que la vida transcurre en cámara lenta, en un movimiento casi imperceptible. Ese estado de casi inmovilidad total, es uno de los movimientos más tenues de la vida, es casi podríamos decir, una especie de eternidad vivible, en la cual el silencio nos envuelve de una manera casi total. La palabra que nace de estos momentos, es casi una palabra silenciosa, que no hace ruido, ni se separa de lo que está ahí. Es la palabra de lo que está ahí. Es cuando lo que está ahí tiene la palabra, y nos ponemos a la escucha. Se invierte la dirección, y quedamos siendo una especie de portal o de puerta por la cual lo que existe pasa, y lo vemos, lo registramos, somos eso que pasa y al mismo tiempo somos quien registra ese paso. Por eso me fascina tanto el escribir, porque es un ejercicio en el cual la vida viene desde otros lugares, me sorprende, va siendo otras cosas, va siendo más de lo que yo suponia o sabía.

sexta-feira, 27 de junho de 2014

Tres imágenes y un salmo

Hoy, durante el día, en varios momentos, me acompañaron estas imágenes: un manantial de aguas claras, los renglones de un cuaderno, y hojas de otoño que vi en el piso del parque, asemejando estrellas. El salmo es el 23, que recité junto a mi padre y con él, a la tarde y a la noche de este día. Ahora quisiera decir algunas cosas sobre estas imágenes y sobre este día que está por terminar. Tal vez sea desnecesario, pues las imágenes hablan por sí mismas. El agua clara del manantial es la pureza del corazón. Esto se ve en las intenciones delas personas que hacen el bien, que tratan de compartir con los más necesitados, los recursos culturales de las clases más favorecidas. También es el amor que nos anima y nos guía en la vida diaria. Los renglones son como las baldosas por donde caminamos, o las cuerdas de una guitarra. Al escribir, es como si tocara una canción. Y también cuando camino, es como si fuera escribiendo. Es, de hecho, ir escribiendo y leyendo, pues el mundo que veo y del que participo, es en buena medida escrito por mí con mis pasos. Los pasos son no solo los dados con los pies, sino con el propio andar por el mundo, que es escribir y leer. Las hojas de otoño en el piso que parecen estrellas, son la imagen del cielo en la tierra. Caminamos en medio de estrellas que están en la tierra que pisamos. Y el salmo 23, que leí con mi padre hoy dos veces, fue un momento muy lindo. La sensación que su mirada expresó, fue de una naturaleza tal que no la puedo describir, pero fue muy buena. Era como de paz, y de confianza. Una profunda confianza en Dios, y alegría. El día ya va terminando, y otras alegrías me alcanzaron y todavía estàn en mí, y las agradezco. Son originarias de mis hijas e hijos, de los cuales me enorgullezco, y cuyas vidas son una luz para mí. Una vida que viene desde adentro. 

quinta-feira, 26 de junho de 2014

El canto de los días

¿Qué harías, que podrías llegar a hacer, que harías, de hecho, una mañana como ésta, cuando el sonido de las voces de los niños y niñas de la escuela te trae recuerdos de tiempos tan antiguos, y el frío mendocino te dice cosas que vuelves a saber? A veces los días se han venido como que acumulando en alguna parte. Los días pasados y los por venir. Todos los días juntos en alguna hondonada de la montaña. De pronto se sueltan, aluvionalmente, y bajan cantando o gritando. Riendo o llorando. Diciendo o gimiendo. Y los escuchas. Escuchas el canto de los días, el canto del día, todos los días. Los días, siempre. La vida.  

sábado, 21 de junho de 2014

Pertenecimiento

A veces uno no tiene nada en particular para escribir. Pero al hacerlo, las cosas van ocupando su lugar. Uno va ocupando su lugar. De a poco, de tanto escribir, uno ha ido construyendo su propio mundo. Ya no es un mundo ajeno o distante, sino un mundo propio, hecho por uno mismo. Es mucho mejor vivir en el propio mundo. En él hay gente querida, los sueños que hemos ido construyendo a lo largo del tiempo. Las raíces de nuestra familia, los lugares que hemos conocido, los libros que leímos, las amigas y amigos sin los cuales nuestra vida carecería de algo muy precioso. Los recuerdos más antiguos de nuestra infancia, las primeras aventuras de adolescentes. Las redes de las cuales formamos parte, que han llenado nuestro interior de rostros amigos, que se expande, se contrae y se expande, como el universo.

sábado, 14 de junho de 2014

Escribo

Muchas veces uno no tiene nada que hacer, y se pone a escribir, como otras personas se pondrán a tejer, leer un libro, o ver televisión. En realidad, esto de escribir es un poco como tejer, también. Y el leer un buen libro también tiene algo de tejer. Nos proyecta a mundos de los cuales hacemos parte. Reúne nuestras vivencias y memorias, y nuestro ser se expande mucho más allá de un simple estar aquí, que no siempre es tan pleno como cuando nos entregamos a estas actividades tan placenteras como reveladoras. Escribir es para mí como un dejarme llevar a esas dimensiones más grandes con las cuales mi vida está entretejida. Esto me pasa también cuando leo. Vienen a mí recuerdos de mi infancia, la casa de adobe donde nací en el carril sarmiento, en Godoy Cruz, Mendoza, Argentina, y todo el mundo de esos primeros años. En la lectura y en la escritura encuentro una expansión, y ahora recuerdo lo que Jorge Luis Borges dijera a respecto de los libros: que son extensiones de la imaginación. También lo son de la experiencia y de la percepción. Por eso ahora, esta tarde en que escribo estas anotaciones, es como si me fuera otra vez a esos espacios infinitos pero bien conocidos, lugares en parte ya habitados por mí y por gente que conocí. Algunas de esas personas ya no están más aquí físicamente, pero no por eso su presencia es menor. Cuando escribo y cuando leo, me reúno con partes mías con las cuales habitualmente no tengo contacto, o no tengo tanto contacto como cuando me entrego a estas actividades tan simples como enriquecedoras. Me recupero de cierta trivialidad que se puede haber ido infiltrando en el vivir, y experimento la renovación de la vida que ocurre cuando la palabra toma la palabra, cuando la palabra va formando las frases que nos conectan con el presente eterno, ese que viene y sigue viniendo, viene y no pasa, está siempre aquí.  

terça-feira, 10 de junho de 2014

Caminando

Muchas veces uno no tiene nada que hacer, y se pone a escribir. Sabiendo que en ese dejarse ir en las letras y renglones, en ese dejarse llevar por las palabras que te van conteniendo y acogiendo, la luz se va haciendo. Esta tarde me dejé llevar por las veredas de Mendoza. Una vuelta corta. Como para ver si me acuerdo de mí mismo.Me dejo llevar por las veredas de Mendoza, como si fuera por un lugar que me reconoce a pesar del tiempo pasado lejos. Me llevan esas veredas que son como renglones antiguos de historias que me acogen. Casas viejas. El viejo bairro. Las veredas cubiertas de hojas de otoño. Las acequias llenas de hojas. Tantos recuerdos, que son como palabras hojas que me envuelven. Y me dejo llevar, hasta volver, hasta estar aquí de nuevo, o por primera vez.

quinta-feira, 5 de junho de 2014

Escribiendo

Escribiendo organizo mi mundo interno, y el externo también ocupa su lugar. Todo es como debe ser -- o mejor dicho, me doy cuenta de que todo es como debe ser -- cuando escribo. Escribo aún cuando no estoy escribiendo. Recupero la sensación de mi identidad, la perspectiva de la historia de mi vida, los valores que me animan y le dan sentido a mi existir. Las personas que forman parte de mi núcleo interno, debido a sus cualidades. Las redes de las que formo parte. La realidad que se muestra más allá de lo teórico y de lo ideológico. Todo se muestra, todo se muestra a mis ojos cuando escribo. Por eso escribo aún cuando no estoy escribiendo. Estoy leyéndome en la escritura del mundo. Tomo distancia de las máscaras sociales que se me fueron pegando a la piel. Aprendo a olvidar la forma de recordar que me enseñaron, como dice Fernando Pessoa. Por eso lo poético y lo literario se me figura que son los territorios más libres (o dos de los territorios más libres) de la existencia. Inclusive porque ellos humanizan la naturaleza y el cosmos, y nos hermanan con todo lo que existe.