El canto de los
pájaros en la mañana de domingo. ¿Cuántos de mis cuentos empiezan así? ¿Cuánta
vida ya empieza así? Allí la playa tan cerquita, con los barcos como trazos
dibujados en el mar. Y los recuerdos de los días pasados hace ya tanto tiempo,
y ayer nomás en la Praia do Francês, en Alagoas, un sueño alcanzado. ¿Qué decir
ahora, después de que los primeros ladrillitos de letras ya levantaron algunas
paredes y puentes? El benteveo llama. ¿Iré o no iré? ¿Adónde ir? Alegría en el
corazón. Ya llegué. Ya estoy aquí.
Podría seguir en
una u otra dirección. La tentación es grande. El tiempo, o mejor dicho la
calidad de vida, cambió radicalmente en un sentido positivo, a lo largo de este
año que está pasando. Pasa y se queda, como yo, como todo, pasa y se queda. Un tejido
de relaciones brilla, contiene y sostiene. Amistades, contacto, conversaciones,
risas, encuentros, meriendas. Canto y lectura. Vida vivida. Vida en primera
mano. Vida en primer lugar.
Para atrás quedó
lo otro. Lo que no debería ni siquiera evocar, ya que la mera mención trae de
vuelta lo que no quiero. Pero sin embargo debo al menos aludir a lo que quedó para
atrás. La ausencia, la distancia, el extrañamiento, la vida vacía, que no es ni
vida, pero ocupa su lugar. La mera repetición de rutinas sin contacto.
Burbujas. Y alrededor y en el medio, cansancio. Una fragilidad disimulada con horas
frente a la TV viendo series no siempre atractivas o con algún contenido.
Todo esto pasó y
sigue pasando, en el sentido de que se va yendo, como las olas del mar. Todo
vuelve a rimar. Vuelve la sonrisa a mi corazón. ¿Qué pasó? ¿Qué está pasando?
Volví yo. ¿Cómo así que volví? ¿Adónde me había ido? Estaba afuera. Negado.
Había quedado en mí una programación destructiva que de a poco y pacientemente
he ido apartando. Negación de mí y negación del cuerpo. Negación de la familia
y del placer. Negación de la fiesta y del sexo. He ido pacientemente recuperándome.
Ya estoy aquí.
Otra vez entero,
como siempre he sido y seguiré siendo. No hay otra manera de ser ni de estar,
manera de vivir. O estamos enteros o enteras, o no sé si somos algo de verdad. Hay
un juego siniestro de engaño y disimulación. Nos meten que tenemos que ser esto
o aquello, así o asá, para ser aceptados o aceptadas. Y nos vamos dejando matar
de a poco o de a mucho, hasta que ya no estamos más, o casi no estamos. Esto también
me había pasado a mí, al menos en parte. Lo he puesto afuera con trabajo arduo.
Y creo que deberé
continuar, ya que es la pauta de un sistema, el robo del alma. La substitución
del ser por el parecer, o por el casi ser. Sólo que la muerte, siempre la
muerte, me recordó sin sombra de dudas, que el tiempo pasa. No hay media vida
ni media muerte. Hay muerte y vida. Vi lo que ha sido mi trayectoria. Ya no hay
tiempo para otra cosa que para la vida, y vida plena. Talvez debería mencionar
algunas cosas concretas que han sucedido en mi acción diaria. Retomada de
encuentros presenciales en Terapia Comunitaria Integrativa. Recuperación de la
salud.
Una y otra cosa
han ido devolviéndome una vieja alegría. Un antiguo placer. El mero placer y
alegría de estar vivo. Nada más ni nada menos. Independientemente de lo que
haga o deje de hacer, mucho es lo que ya hice. Me toca ahora retocar aquí y
allí, para asemejarme más a lo que quiero de hecho. Mi obra de arte. Lo que más
me alegra en lo inmediato y próximo, es una sensación de pertenecimiento, como
decía al principio. Sentirme parte y ser parte de un colectivo. Una comunidad
en movimiento. Esto es lo que me dá más placer, alegría y satisfacción.
Es la TCI y es al
mismo tiempo el coro Vozes da ADUFPB,
y el grupo Travessias Literárias, también
de la ADUFPB-JP. Entre unos y otros, la contención, la sustentación, la
programación y realización de encuentros frecuentes en los que voy respirando
de nuevo. Otra vez aquí. Otra vez vivo y entero.