terça-feira, 27 de setembro de 2011

Jesus, el amor

“Jesús no vino a destruir a la religión, sino a llevarla a su perfección. Esta perfección está más allá de la religión. Ésta necesita ser reorientada constantemente para transformarse en preparación para la vida cristiana y no ser un fin en sí misma. –lo que es una tentación permanente, aún que inconsciente. La vida que Jesús vino a enseñar es muy simple. Pero esa simplicidad es, para nosotros, la ciudad puesta en la cumbre de la montaña, de la cual nos acercamos sin nunca poder alcanzarla, pero con la esperanza de que finalmente un día la alcancemos, después del actual caminar. Aquí en la tierra la vida es un permanente combate entre el amor y la resistencia al amor –que es el pecado. Esto nos muestra la necesidad de que la religión esté en permanente cambio, para que se transforme en ayuda y no en obstáculo para el crecimiento de la vida. El mensaje de Jesús es siempre el mismo, pero la religión varía de acuerdo con la variación de las culturas.

La salvación es el amor. Quien ama está a salvo y ya pasó de la muerte a la vida. La muerte física no lo cambiará. Lo que era en su vida terrestre amor, permanece para siempre. La única realidad de este mundo que permanece para la eternidad es el amor.”


Muchas veces he reflexionado sobre estas palabras de Comblin (1), y sobre otras expresiones suyas en el mismo sentido, que se refieren al hecho de que Jesús no creó una iglesia, una institución. El evangelio habla por sí mismo, pero su simplicidad está como que fuera de nuestro alcance, en el sentido de que las complicaciones de que nos recubrimos, o las interpretaciones con las que las encubrimos, obscurecen su sentido. Jesús es una referencia clara de acción, y su radicalidad puede ser vista con claridad en algunas de sus expresiones más fuertes, como: “el Reino de Dios está en vosotros”, o bien cuando afirma que nosotros deberíamos ser capaces de discernir por nosotros mismos, acerca de lo que es justo.

En ningún momento Jesús se coloca como una autoridad sobre el ser humano, al contrario, viene como que a anunciar la buena nueva de que el Reino de Dios está en nosotros, en cada uno de nosotros. Esta afirmación no conviene a los dueños del poder, a quienes viven de la explotación del ser humano, pero el mensaje de Jesus va todo en la dirección de la autonomía de la persona, su radical libertad y su pertenencia a un orden divino que debe ser respetado.

Comblin fue un sociólogo, además de teólogo y padre, y sus escritos pueden ser de mucha utilidad para quienes actúan en sociedad en la perspectiva de la liberación de las personas y de las comunidades, su independencia y empoderamiento. Las palabras de Jesus que comentamos, son convergentes con el sentido más profundo que la existencia humana, y la realidad como tal, en su totalidad, tienen desde el punto de vista religioso. Todo es divino, y así, merece respeto y reverencia, cuidado y atención. Esta actitud se encuentra en muchas cosmovisiones religiosas, tales como el hinduismo y las religiones originarias de América.

Hay una parte nuestra que lo sabe, pero está como que sepultada por siglos de violencia contra la tierra y contra el ser humano, contra toda la creación. Sin embargo, es posible volver a esa esencia anterior, a ese estado originario en que somos habitantes de una realidad única e indivisible. Es posible rencontrar en nosotros mismos el estado previo a la disociación, ya que en lo más profundo de nuestro ser, permanece la unidad con todo y con todos

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(1) José Comblin, O caminho, ensaio sobre o seguimento de Jesus (São Paulo: Editora Paulus, 2004).

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