segunda-feira, 14 de outubro de 2013

Una pintura

Esta mañana pinté otra vez un álamo con un sol de fondo. Una casa del lado derecho, con tejado rojo, una puerta que da para un camino que llega hasta quien mira el cuadro, de un lado, y hasta el sol en el horizonte, por otro. Pero lo lindo de todo esto, no es tanto el resultado, sino el proceso. Ir a buscar la valija con pinceles y ponerla sobre la mesa de la sala. Me sentía como un niño. Poner agua en los vasitos de vidrio donde se limpian los pinceles, traer los trapos para limpiarse las manos. Poner la tela blanca en el pequeno atril que sirve de caballete. Y empezar a esbozar el álamo, el sol, la casa, el camino. La casa otras veces ha tenido unos canteros de flores rojas bajo la ventana, que ahora no están. Al pintar, vienen cuadros anteriores, vienen jornadas en que uno pintó otros cuadros al lado de gente muy querida, en tiempos pasados. Gente que nos incentivó a pintar, alguna exposición, gente alrededor, dejándose tocar por los colores y por las formas, como ahora.

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