Yo no sé si la
presidenta de Brasil será finalmente destituída o no, por el golpe
ilegal que le mueven ciertos congresistas, sectores del poder
judicial, y la prensa al servicio del gran capital. Lo que sí sé es
que acá abajo sigue mi vida, en medio de gente que todavía cree --y
tiene que seguir creyendo-- que lo que uno hace tiene sentido. Que
tiene sentido la familia. Tienen sentido los amigos. Tiene sentido
ese trabajito diario de irle dando sentido al estar aquí. Esto de
hacerse un lugar en el mundo del modo como cada uno, cada una, puede
y sabe. De pronto es escribirle a alguien, o escribirse a uno mismo,
como para saber que todavía estamos aquí. Todavía respirando.
Quién sabe dejando atrás algunas máscaras y papeles que el tiempo
pudo habernos pegado a la piel. Volviendo al lugar que es mío, que
siempre fue, que no puede ser de nadie más sino mío.
Inevitablemente mío, porque es este cuerpo que habito, que respira,
que una tarde lluviosa en João Pessoa, con los recuerdos ya dándome
cuerda hacia lugares adonde deberé ir en algún momento, y de los
cuales he venido ya hace mucho tiempo. Juntar hojas y verse en las
hojas pasadas y presentes. Saberse hoja que va y viene, y que está
en ese tiempo parado que llamamos la eternidad. La eternidad en medio
de los golpes, como ha sido siempre. Van y vienen los golpes, de una
o de otra manera, y en medio de los golpes, lo que permanece, lo que
no puede ser destruído, sino que al contrario, gana más fuerza en
medio de los atropellos. Poder ver mi vida hoy, ahora, como algo que
fue viniendo desde los tiempos pasados, recibiendo las marcas que la
violencia fue dejando. Y de las grietas, las flores naciendo,
buscando el sol, hundiendo sus raíces en la tierra. Saber que muchas
veces la peor violencia fue la que ejercí contra mí mismo, para
tratar de adaptarme y agradar. O entonces me confundí, me perdí,
lastimé a quienes amaba y me lastimé también. Pero en todo este
proceso, en algún momento, una y otra vez, la luz aparece para
iluminar otra vez el camino y deshacer equívocos. Entonces ya no son
dos cosas sino una sola. Ya no es caer, tropezar, perderse, y
encontrarse, reunirse, cosas separadas, sino una sola cosa. El
movimiento de la vida. Entonces agradezco, y veo como en un
pantallazo, desde los primeros tiempos de mi vida hasta ahora, una
ráfaga. Todo fue tan rápido, y al mismo tiempo, todo está aquí,
ahora. Un solo tiempo. Ahora.
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