terça-feira, 6 de maio de 2014

Jugando

A veces uno no tiene nada que hacer, y se pone a escribir. Escribir no para decir algo determinado, sino solamente para pasar el tiempo. Entonces mientras vas viendo las letras bajando al renglón formando palabras, una quietud muy grande te invade.

Una sensación como de eternidad, como cuando eras chico, y no pensabas en la muerte ni en la vejez, ni en las enfermedades ni en el mal ni en la violencia ni en el hambre o en la explotación.

Más vale pasabas el tempo mirando las plantas o pensando en tus amigos o en las figuritas o en las veredas del barrio o en las monedas con que comprabas caramelos en el almacén de la esquina.

Entonces vuelve esa sensación de casa vieja, de tranquilidad, de juegos todo el día o muchas veces por día. Una sensación de risa te invade. Y ahora que las palabras ya han venido a decir algunas cosas, te das cuenta de que el juego continúa, y seguirá jugándose siempre que puedas otra vez, como ahora, como esta tarde, ponerte a hacer cosas porque sí. Porque te gusta, porque se te da la gana. Porque te hace bien.

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