segunda-feira, 1 de junho de 2015

Integración

Hay algunos momentos que tienen la virtud de reponer nuestra unidad interior. Rehacer el ser que somos. Un momento así es el que me fue dado vivenciar hoy al mediodía, en la celebración del día del sociólogo/a en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo. Llegar al edificio donde estudié, que guarda tantas memorias, fue algo ciertamente arduo. Buenas y malas memorias. Todas juntas. Sentí que había una tristeza en mi pecho, que iría a desaguar. Desaguó. Fué como el río de la montaña que baja. La luvia que cae desde el cielo. Lloré, mientras escuchaba a las compañeras y compañeros decir sus palabras. Gente que dice con palabras, y dice con su ser. Dice con su estar en el mundo. Dice con su sentimiento. Algo en mí se fue rehaciendo, en la medida en que me iba sintiendo incluído en las hablas que iba escuchando. Sueños que no mueren. Esperanzas que prosiguen. Todo esto fuí sabiendo mientas escuchaba las palabras que me contenían. Era como un rompecabezas armándose por dentro, y también alrededor. Pude disfrutar de la reunión, en la que me sentí incluído. Agradezco a cada persona que participó, y especialmente a aquellas con las cuales me fue dado conversar. Cada una me dejó algo. Salí más completo. Me volví más pleno. Ciertamente no olvidaré esos rostros y esos sentimientos. No olvidaré cómo cosí un poquito más mi historia, que en algún sentido sigue cosiéndose. Pasado y presente. Ahora que ya es de noche y los caminos de la vida me llevaron por otros lugares, vuelvo a este momento sin igual. De algún modo, siento que algo muy bueno, que me animó, como animó a toda una generación, a trabajar por un país más unido, más humano, más justo, sigue entero. Esto es lo que hace que me sienta más entero. Gracias.  

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