sábado, 27 de fevereiro de 2016

Playamar

Esta mañana, fui a caminar por la playa. Ver el mar brillando bajo el sol, al final de la calle. El sol en lo alto, el mar extendido en medio de las barracas y palmeras, infinito. Llegar al borde del mar en medio de la gente que ya estaba allí. Empezar a caminar en una dirección, viendo al agua que sube sobre la arena, las olas a lo lejos. Los niños jugando o mirando el agua. La ciudad a tu derecha, como un dibujo fijo, inmóvil. Una postal. Algunas mujeres que merecieron una mirada más atenta. Entrar en el agua, sentir el frescor que te envuelve. Los barcos a lo lejos. El barranco del faro, y las plantas. Un cuadro, y uno adentro del cuadro. Volver a casa por la calle del hotel recién inaugurado. La gente en la parada del ómnibus. Los ipés amarillos a la entrada del edificio. El portero, cordial. La flor del sertão, recién florecida, con un tono rosado que parecía más pálido que ayer.  

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