terça-feira, 2 de junho de 2009

Era el mes de junio

Era el mes de junio. Los recuerdos volvían, no dejaban de volver. De pronto, estabas en la Policía Federal en Buenos Aires. Junio de 1978. Pasaportes observados. Una escalera a lo que, después sabrías, era un chupadero. Entonces, no lo sabías. Sabías, sin embargo, que había algo raro, que subiendo esa escalera podrías no volver. La muerte esperaba allá arriba. Tu novia te toca la pierna y despiertas. Estás en João Pessoa, 2009. 2 de junio de 2009. Volverás a Buenos Aires en otra Argentina y la misma. No ha cambiado y ha cambiado, como vos cambiás, como todo cambia, siempre. No habrá nadie esperándote o pidiendo informaciones a tu respecto. Talvez aquél policía de 1978 que te dejó ir, ande por ahí de civil, talvez sea uno de esos transeúntes de la calle Florida o de Nazca y Gaona, donde ibas de chico a tomar helados con Celia y Mónica. No volverás a ser uno entre los tantos que, en aquél entonces o ahora, temen por su vida. Tu vida no es tuya. Mirá los pasajeros del Airbus de Air France. Nadie sabe cuándo será la hora, ni cómo será. Al menos sabes, tu fe te lo dice, te lo dice la vida misma, que más allá del instante final, hay algo maravilloso. Tomarás tu avión con tu esposa y llegarás a Ezeiza. Retiro. Mendoza. Paysandú carrera mar. Milico, no lo veo, no lo veo. Póngase anteojos, mi cabo. Es esto.

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