domingo, 8 de agosto de 2010

El lugar del libro

Un libro puede ser un lugar para vivir. Pero si has adquirido el hábito de creer en el mundo exterior, talvez pienses que te estoy hablando de lugares imaginarios, que juzgas irreales. Te estoy hablando de lugares imaginarios, si, pero son más reales que cualquier cosa que tengas por real. No hay nada que sea real sin ser imaginario, y solo es real si es imaginario.

Puede ser que pienses que estos son juegos de palabras,y lo son, pero no hay nada más cierto que los juegos. Te molestan las incertezas, pero en verdad te digo que son lo único cierto. Hoy me desperté con saudades de mi libro Caetés, de Graciliano Ramos. Su tapa rústica, sus hojas amarillas, los lugares adonde voy cuando me tiro en el sofá a leer o simplemente a dejarme llevar por la narrativa, por el clima, por el tono.

Como no tengo Caetés a mano, fui a la biblioteca y hallé Historias Extraordinarias, de Edgar Allan Poe. Sentí algo parecido, no lo mismo, pues los libros son lugares específicos y no genéricos. Sin embargo, algo em mí lo reconoce como semejante. Son lugares atemporales, como A mão e a luva, de Machado de Assis, o Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury.

Hay veces em que necesitas refugiarte en esos lugares de fantasía y hacia allí refluyes para rehacerte, para volver a ti mismo o a ti misma cada vez que la vida te dice que no.

Pueda ser que alguien te diga que eres escapista, que la realidad, que los hechos, pero tu sabes muy bien que eres la persona más realista del planeta cuando vas al lugar que el libro te ofrece.

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