quarta-feira, 8 de setembro de 2010

Tanta vida en un día

Esa tarde no tenías nada que hacer, así, te pones a escribir o, mejor dicho, dejas que las palabras vengan, como siempre vienen, como no dejarían nunca de venir. La casa está sola, pero tú no. Nunca estarías solo delante de una hoja de papel, aún de estas hojas de hoy, de vidrio, de cristal, bits, no sabes. Oyes los sonidos de la cocina que vienen, el carro de sonido acercándose con su música alta, y empiezas a bajar a la hoja, a aterrizar aquí y ahora, en este instante fugaz que te remite al infinito de donde vienes y adonde volverás un día. Recuerdas el almuerzo en la casa de tu suegra, donde aún la presencia de Seu Chico se deja sentir. Dormiste. Los fideos, el arroz, el pescado, la carne. La siesta después de la comida, el cafecito, la risa de Gilda, la universidad a la mañana y a la tarde. La ida a la casa antigua, el portón con cierre electrónico, las mujeres de la calle, el corretor de imóveis. Tanta vida en un día. Y aquél libro de Paulo Freire, la charla con tu amigo del grupo formativo, el hermano Damián. Tanta vida. Paulo Freire. Meditación. Quincas Borba. La charla con tu padre, ese sol, ese titán. Algo en ti re recoge en estas líneas, a esta hora, ahora. Dejas que el día conlfuya hasta este instante. Las chicas en la universidad, en la sala, en el piso, sentadas. La chica que te miró sonriente esta mañana cuando caminabas por la playa, o mejor dicho, por el calçadão, esquivando la lluvia, como todo el mundo. Tanta vida en un día. Tanto es la vida. No tienes palabras para decirlo. Va bajando la tarde. Pensabas en ella, haberla conocido, estar a su lado, ser su compañero. Tampoco sabes qué decir del amor. Paulo Freire te invita a un mundo de quietud, de recogimiento, de esperanza. No sabes. Dejas la vida venir.

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