domingo, 26 de fevereiro de 2012

Reuniendo

Hacía días que no escribías nada. Ahora las palabras venían, como queriendo decirte algo, como queriendo decir las cosas que viviste en este tiempo, estos días, este pedazo de vida comprendido entre el tomar el avión y esa hora en que escribes estas cosas. Era una tarea que dejabas que se realizara por sí misma. Como si desde algún lugar del universo la vida pudiera montarse, pudiera armarse en un rompecabezas que reuniera todos estos días en una sola hoja, en una sola narrativa. Talvez en una sola palabra. Una sola letra, un signo. Talvez pretendieras demasiado. Talvez no. En fin. Clarines de guerra y malvones. Glisinas. Las intermitencias de la muerte. Aviones. Expectativas. Gente nueva, procesando viejas heridas, que cada vez duelen menos. La vieja casa donde viviste tantos anos. La primera casa en la ciudad. Las veredas, los autos, la polución. Encuentros y desencuentros. Ahora ella lee Saramago a tu lado y tu padre en la sala. El mate. La televisión. Tu amigo de tantos años, esta mañana, ayer a la tarde, caminando por caminos del parque que no recordabas haber recorrido. Jazmines. Mamá. Ahora tratas de recordar lo que sentías antes de venir aquí a intentar escribir estas cosas, estas sensaciones nuevas, este intento de reunir estos días en estas palabras, en esta narrativa que te diga y diga a quien está leyendo, lo que fueron estas jornadas, lo que está siendo este estar en Mendoza, este haber andado por Godoy Cruz tantos años después, como si fuera la primera vez. El rosedal, el parque seco. La lluvia. Una fe antigua, en ti, aquí, ahora, sin propaganda, sin afán de convencer a nadie, ni a ti mismo. Una sensación de retorno. Poesía. La reunión en casa de tu padre. La montaña. Los ómnibus. La gente. Es como si en este breve relato estuviera todo. Como si todo estuviera aquí. El agua, las acequias, los árboles, los caminos, los niños, las abejas.

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