segunda-feira, 5 de novembro de 2012

Puede haber un silencio

No siempre es necesario hablar, decir, manifestarse. También puede ser una conducta correcta, el silencio. Silencio no es tan sólo callar. Puede ser también aquietarse, permanecer más dentro de uno mismo o de una misma. Hoy por ejemplo, esta tarde de domingo, no se me ocorre qué hacer. Leo el I Ching, el libro de las mutaciones, el hexagrama “La nutrición,” que habla de que es necesario ser moderado en las palabras y en el comer y en el beber. Andaba buscando una orientación. A veces uno no sabe qué hacer y necesita una orientación. Uma indicación de rumbo. Ahora ya ando aceptando un poco más la cuestión de la perecibilidad. Para ser más claro: el hecho de que nos vamos a morir, de que la vida física termina un día. Por certo que esta aceptación es en buena medida resultado del hecho de que la vida me ha ido poniendo en contacto con la enfermedad y con la muerte, con la disminución de las capacidades físicas. Sin embargo, sigo creyendo que, en lo esencial, la muerte en sí no es un problema, pero sí lo es la desistencia, la muerte antecipada, como dice Martha Medeiros en Non-Stop, crónicas do cotidiano. Hoy a la mañana me entretuve un rato pintando un cuadrito de álamos. De un álamo, para ser más preciso. Un sol o una luna amarillos en el fondo, del centro para la izquierda, y un álamo creciendo hacia arriba, como acostumbra ocurrir, subiendo con sus hojas como querendo ganar el cielo. Mientras pintaba, pensaba en varias cosas, como también es bastante habitual. Varias de ellas, relativas al pintar. Me acordaba de Van Gogh, y no pude dejar de recordar una frase de este pintor tan singular. Que para él pintar no era resolver problemas técnicos, sino más bien despertar ecos en los corazones humanos, que reverberarán por siglos. Esto lo dice en una de sus Cartas a Théo. Sin duda lo consiguió. Pero no es sólo esto lo que queria compartir, sino también algo que Osho dijo alguna vez cuando alguien le comentó sobre el suicidio de Van Gogh. Dijo que Van Gogh había cumplido su misión, y que aunque eso pueda llamarse de suicidio, a Osho le preocupaba más la muerte en cuentagotas, esa que se procesa todos los días, sin que la persona se de demasiada cuenta de ello. Hoy a la mañana recordaba un cuento de Julio Cortázar en Historias de Cronopios y de Famas, llamado “Manual de Instrucciones,” en que el escritor se refiere al acto de revolver al café con una cucharita. Uno puede prestar atención a su latido sospechoso, o usarla simplemente para revolver. Nos vamos acostumbrando tanto a las cosas, que es como si perdiéramos el contacto con ellas. Ya no nos dice mucho el vivir. Se transforma en una repetición mecánica. Por eso a veces puede ser necesario parar un poco. Escucharse, prestar atención, no perder el contacto con lo que ocurre dentro y fuera de uno mismo.

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