quarta-feira, 26 de fevereiro de 2014

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Esta tarde fui, de nuevo, a caminar hacia el centro. Cuántas veces habré hecho este trayecto, de diferentes maneras, a lo largo de los años! Ir dejándome bajar por el leve declive de la ciudad, de sus veredas arboladas, hacia el centro. Ir viendo las casas, antiguas y modernas, algunas com marcas características de tiempo. Otras, como escondidas en algún lugar para que no las vean. Construcciones, garajes, negocios de todo tipo: kioscos, bares, restaurantes, librerías, agencias de bancos, plazas. Todo esto mientras bajas, mientras te dejas llevar, mientras vas permitiendo que el leve declive de la ciudad te lleve hasta la librería donde está el libro de Vicki Baum que fuiste a buscar: Amor y muerte en Bali. Y mientras tanto las caras, las miradas que más o menos furtivamente te recuerdan que eres de aquí. Esto te vino muy fuertemente, y con un sentido nuevo, esta tarde. Soy de Mendoza. Mendoza es algo que me tiene, algo que yo soy. Sin culpa de nada, apenas permitiéndote estar, ser, ir, venir, dejarte llevar por las calles y veredas, por el paisaje urbano que se mueve, gente, ómnibus, algunas bicicletas y motos, los trolleys. Todo esto que te contiene, de lo que estás hecho. Te va conteniendo y anidando, llevándote como las olas de un mar silencioso.

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