Escribir es como estar volviendo. Esta mañana tuve esta
sensación. Estar en medio de las personas registrando de hecho mi estar aquí. Cada
persona con su modo específico. Las memorias que cada una evoca en mí.
Una
noticia aterrorizadora: un estudiante de la UFPB asesinado. Al escuchar esta
noticia, volvieron las antiguas memorias del miedo. El ejercicio es volver al presente,
seguir estando aquí, cada vez más aquí.
No dejar de mantener la presencia,
dondequiera que sea. La vida es aquí, en este preciso instante del cual nos
damos cuenta muchas veces apenas parcialmente. La mente muchas veces se
dispersa en varias direcciones, varios asuntos, intereses, deseos, proyectos, preocupaciones,
miedos. Reducir las preocupaciones o eliminarlas.
Con el pasar del tiempo veo
que hay un ajuste que va ocurriendo en dirección a la confianza. Las presiones hacia
la despersonalización deshumanizadora son atroces, repetidas y contínuas. Mantener
la conciencia atenta y despierta, la atención focalizada y las motivaciones en direcciones
propias y no impuestas, es tarea titánica.
El domingo pasado, conversando con un
pariente en el velorio de un pariente amigo, en cierto momento dejé la temática
impuesta (la política como la presentan desde la mídia venal, desde el lavaje cerebral
cotidiano y persistente, desde la deseducación contínua) y convidé a mi
interlocutor a conversar sobre nuestras familias, hijas e hijos, nosotros
mismos.
Me niego a perder la vida tan laboriosamente recuperada. No luché
contra tanto extrañamiento y alienación, para ahora simplemente perder este
segundo tan infinitamente precioso que me es dado vivir. Mi pariente amigo fallecido
sigue conmigo, del mismo modo como cada persona de mi familia y amigos/as que se
fueron, siguen conmigo, y seguirán.
Yo no mato a la gente, la llevo conmigo. Dejo
la basura en la basura, o al menos lo intento. Si la industria del vaciamiento
de la vida es insistente, yo lo soy más aún. En estos tiempos la memoria viene
haciéndose cada vez más como una especie de cuna que anida mi presente.
Yo no
me voy a transformar en rehén del pasado, ni siquiera del pasado anómalo y
atroz que me visitó. Mi trabajo es resignificar constantemente el presente. Cada
vez más aquí, cada vez más ahora, cada vez más yo.
He insistido e insisto en tareas
colectivas, comunitarias, porque es allí donde se construyen vínculos positivos.
Se deshace el desánimo que asola cuando dejamos de apostar en una vida mejor
hecha a muchas manos.
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