segunda-feira, 5 de maio de 2025

Consciencia

Consciencia es más que saber. Más que mera información. Es conocimiento y experiencia. Es saber lo que se quiere, y hacerlo. Vivir según lo que nos es más valioso. Yo no iría hacia un discurso genérico ni a una reflexión abstracta. No tendría sentido. Lo que tiene sentido para mí ahora, y cada vez más, es ver lo que permanece. Lo que he sido capaz de ir configurando en mí, en primer lugar. Y en seguida, o simultáneamente, en la vida más cercana. Esto es lo que me interesa. Es lo que está a mi alcance. Lo que me rescata de la desaparición.

Lo que me es propio. Lo que es mío sin lugar a dudas. Esto se me viene presentando con nitidez y claridad. Con riqueza de detalles. Mis primeros años. Mi familia en aquellos tiempos. Las revistas de chistes. La casa de la calle donde íbamos a ver TV. Los cohetes a fin de año. El edifico Escasany. Mendoza. Las compañeras y compañeros del Liceo Agrícola. La vida fuera del internado. El concurso de afiches. La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo, donde estudié sociología.

La revista Consciencia, que hacíamos con una compañera que entendía de periodismo y artes gráficas. En ella divulgábamos el proceso de creación de un currículum orientado a una pedagogía libertadora. Para mí era otra vez un nacimiento. Muchos nacimientos. Uno detrás del otro. La salida del internado me trajo a la familia que vivía en Buenos Aires. Córdoba. Yo trataba a toda costa de hacerme un lugar. Me sentía sapo de otro pozo. Hice algunas amistades.

Después vino el golpe y un salto al vacío. Otra vez sin lugar. Después Brasil. Y ahí a hacerme otro lugar. Otra vez nacer. Nacer siempre. El grupo de exiladas y exilados argentinos en São Paulo publicaba un boletín: El piolín y la hilacha. Ahí publicábamos lo que queríamos. Yo publiqué un poema: “No ser de aquí.” Iba haciendo pie en otra realidad. Tenía mucho de desafío y también de seducción. Alegría. Música. Fiestas. Esperanza. Bailes. Nunca dejé de ir a Mendoza durante la dictadura. Iba a visitar a mis padres y a un amigo.

Ahora han pasado ya casi 48 años de Brasil. Y sigo firme. Lo que voy viviendo ahora tiene mucho de un reencuentro de mí conmigo del lado de acá. Y este lado de acá es el lugar que ocupo yo desde adentro y en el medio. Lo que me toca vivir es la vida en primer plano. Limpiecita de nuevo. Otra vez a estrenar. Las sensaciones primeras. Menos obligaciones. Más placer. Más fluir. Más lo que quiero y menos lo obligatorio. Es una novedad para mí esto. Es tenerme nuevo de nuevo.

El sentido de pertenecer y estar enraizado, contenido, guardado, se ha venido haciendo más fuerte. Es una sensación que por ahí viene y va. Pero es muy frecuente. Esto es muy placentero. No necesito estar haciendo fuerza todo el tiempo. Ni para hacer lo que quiero, ni para defenderme de gente que en realidad no me ataca. Son fantasmas. O quizá solamente gente con quien no tengo afinidades. Convivo con profesoras y profesores en el sindicato. Esto me reaviva un sentimiento de libertad y compañerismo.

Es como que de pronto estar llegando. Haber llegado y seguir llegando a un lugar que es muy mío. Y al mismo tiempo es un lugar común. Un espacio donde estoy bien.

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