Como ver las chicas en el supermercado esta mañana. Una de short celeste. Otra en la cola del cajero. Y ahora sentir el cuarto de trabajo donde escribo y se reúnen las memorias. La casa de mis abuelos paternos en San Genaro. La casa que soy, que me sorprende con sensaciones antiguas y actuales. Estar bien en el mundo. Bien en medio de la gente. Bien conmigo. Tudo bem.
Sentirme escritor en medio de la gente. Saber que tengo mi lugar. No tengo que forzar nada. Ni actos, sentimientos, actitudes. Nada. Sólo dejarme fluir. Solamente estar y ser. Ser el que soy. Sin papeles. Por ahí me veo más bien así. Sin papeles. Sé que ocupé papeles a lo largo de la vida. Pero soy sin papeles. Ayer una amiga me preguntó si yo todavía trabajaba. Le respondí con una tranquilidad que me sorprendió, que sí, que mi trabajo es en la Terapia Comunitaria.
Es un trabajo que no me da trabajo. Es como escribir. Es como estar esta tarde de sábado, en la proximidad del Día de las Madres, sintiendo el viento y los sonidos de Cabo Branco. Algo que sucede por sí mismo, como el río, como el viento, va yendo sin esfuerzo. Leo un cuento de Clarice Lispector: “Dia das Mães.” Cuenta el día que vivió, como yo cuento el que vivo. Esto es lo lindo de los cuentos, crónicas o como quiera que se llamen.
Vamos trayendo la vida a la vida, y la vida queda, mientras nosotros también nos quedamos. O nos vamos yendo de a poquito. Gente querida afluye a mi memoria. De muchos tiempos y lugares. Una sensación de eternidad.
(10-05-2025)
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