Hoy, durante el día, en varios
momentos, me acompañaron estas imágenes: un manantial de aguas
claras, los renglones de un cuaderno, y hojas de otoño que vi en el
piso del parque, asemejando estrellas. El salmo es el 23, que recité
junto a mi padre y con él, a la tarde y a la noche de este día.
Ahora quisiera decir algunas cosas sobre estas imágenes y sobre este
día que está por terminar. Tal vez sea desnecesario, pues las
imágenes hablan por sí mismas. El agua clara del manantial es la
pureza del corazón. Esto se ve en las intenciones delas personas que
hacen el bien, que tratan de compartir con los más necesitados, los
recursos culturales de las clases más favorecidas. También es el
amor que nos anima y nos guía en la vida diaria. Los renglones son
como las baldosas por donde caminamos, o las cuerdas de una guitarra.
Al escribir, es como si tocara una canción. Y también cuando
camino, es como si fuera escribiendo. Es, de hecho, ir escribiendo y
leyendo, pues el mundo que veo y del que participo, es en buena
medida escrito por mí con mis pasos. Los pasos son no solo los dados
con los pies, sino con el propio andar por el mundo, que es escribir
y leer. Las hojas de otoño en el piso que parecen estrellas, son la
imagen del cielo en la tierra. Caminamos en medio de estrellas que
están en la tierra que pisamos. Y el salmo 23, que leí con mi padre
hoy dos veces, fue un momento muy lindo. La sensación que su mirada
expresó, fue de una naturaleza tal que no la puedo describir, pero
fue muy buena. Era como de paz, y de confianza. Una profunda
confianza en Dios, y alegría. El día ya va terminando, y otras
alegrías me alcanzaron y todavía estàn en mí, y las agradezco.
Son originarias de mis hijas e hijos, de los cuales me enorgullezco,
y cuyas vidas son una luz para mí. Una vida que viene desde adentro.
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