domingo, 14 de outubro de 2012

Tiempo y lugar

Quería tener un lugar para mi. Un lugar donde pudiera vivir, donde pudiera ser yo mismo, donde pudiera ser feliz. Ahora que miro estas palabras, pasa como una ráfaga toda mi vida pasada y la presente. Todos mis intentos, la canción, la música, la pintura, la oración, la literatura y la poesia. Los caminos, los lugares. La acción. La belleza. Todas mis tentativas. Hay una canción de Los Beatles que lo dice bien. Se llama There´s a place. Hay un lugar, y está en mi mente. Un lugar donde pueda ir cuando me sienta solo, cuando esté en baja. Los Beatles fueron quienes me dieron un nido muy temprano en mi vida. Las flores, las plantas, los paisajes también. Los lagos, los amigos y amigas. El amor, las luchas, los sueños de ayer y de hoy. Todos los sueños. Y de pronto la vida viene pequeñita, como una niña o un niño. Desde ese mundo silencioso y pleno de la infancia. Como si el tiempo no hubiera pasado. Pero pasó, y no pasó. De pronto me parece, como a García Márquez, que la vida queda y nosotros somos quienes pasamos. Por eso me gusta la literatura y la poesia, porque me llevan a ese tiempo inmemorial, a una vida como la que tenía cuando era chico y miraba las parras de la casa de mis padres en la calle Leonidas Aguirre 313 de Mendoza, Argentina. Y ahora de pronto salgo a las calles de mi barrio aqui en João Pessoa, Paraíba, Brasil (ufa, cuántos nombres) y al andar por las veredas y ver los jardines, las flores amarillas y rojas de la casa de enfrente, al lado del restaurant, rumbo a la panadería o a la frutería, viene de vuelta ese tiempo en que salía a andar por ahí no por algún motivo o con algún propósito, sino salía a andar por ahí nomás, como esta tarde de nuevo. Y entonces ya no importa si es João Pessoa o Mendoza. Importa que es un tiempo recogido, un tiempo unido otra vez. Un tiempo de no pensar en cosas importantes. Sino un tiempo de andar por ahí nomás, porque sí, porque me gusta, porque me hace bien. Pero sin estos motivos, que los motivos se los pone uno de grande. Y ahora es la vereda con el plátano con su tronco marcado con los dibujos de las cortezas que se han ido desprendiendo, inclinado sobre la acequia, y las pelotitas que se sueltan y dejan volar las pelusas con el viento, y los amigos de las casas de enfrente que van a venir a jugar a las figuritas o vamos a cambiar revistas. O vamos a ver televisión en la casa de la vecina que tiene, y donde nos sentamos todos los chicos a ver las películas del Oeste. O entonces vamos a la playa a ver el mar azul turquesa y los barcos como quietos o en un movimiento muy lento, y la gente tomando sol o nadando.

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