sexta-feira, 25 de setembro de 2015

Caminando

“Puede haber una luz, uma hendidura. El camino es fatal como la flecha, pero en las grietas está Dios, que acecha”. Jorge Luis Borges


Muchas veces me pasa que vienen a mí algunas palabras de Jesús, como ahora, en que recuerdo especialmente “Porfiad de entrar por la puerta estrecha”. Y cuando estas palabras me vienen a la mente, viene también el sentimiento de una gran amorosidad. Un amor que es infinito e incondicional. 

Yo no sé exatamente qué es lo que Jesús Cristo quiso decir al pronunciar estas palabras, pero no tengo la menor duda de que el amor con que fueron dichas, es nada más ni nada menos que el amor de Dios. Puede ser que la frase se refiera a cosas que se nos presentan en la vida, que tenemos que hacer. No son cosas que nos gustaría hacer, ni cosas que pensamos que deberíamos hacer. 

Son cosas que se nos presentan como obligatorias, impuestas. Muchas veces tenemos que ir por ahí, ir por ese camino. Y allí es donde encontramos el amor de Jesús a nuestro lado, adentro nuestro, en esa misma circunstancia muchas veces difícil o impuesta, que se nos presenta como inevitable. Ahora pensaba que las palabras de Jesús Cristo tienen un poder muy grande, que hace de ellas algo como natural, dado. 

Algo que si bien exige o demanda de nuestra parte un esfuerzo de interpretación o entendimiento, al mismo tiempo nos alcanzan más allá de si mi interpretación es o no la correcta. En algún sentido, no hay interpretación correcta o incorrecta. Hay el amor de Dios, la presencia de Jesús, y mi intento por andar por su camino. Un camino que tiene la naturalidad de la vida. 

Yo sé que estas cosas que comparto, sin lugar a dudas encontrarán quien las pueda comprender como independientes de cualquier doctrina o institución. Debo esta comprensión al padre José Comblin, cuyos escritos vengo meditando y estudiando desde hace años. Sé que la posibilidad que tenemos, como seres humanos, de andar por ese camino que es Jesús, ese camino que supone que la vida nos es dada como un don de Dios, para que seamos felices y vivamos en el amor y la justicia, está hoy a la orden del día, debido a la presencia y a los actos de Francisco, el papa. 

Constantemente, desde que asumió el cargo de jefe supremo de la Iglesia Católica, Francisco vene conmoviendo al mundo por su humanidad y sencillez. Su coraje para no sólo denunciar los males del capitalismo y una sociedad pautada por el dinero y el poder, sino para demostrar, con hechos, que es posible vivir de otra manera. 

El padre Comblin decía que la acción social cristiana es una acción de naturaleza personal. Es una acción que hace que aparezca la persona olvidada. No se trata de convertir ni de convencer. Se trata de actuar de manera tal que aparezca nuestra propia persona, el ser auténtico que cada uno de nosotros es. 

Esto lo dice el padre Comblin en varios de sus libros: La profecia en la Iglesia, Vocación para la libertad, recuerdo en este momento. En uno de sus discursos pronunciados en Estados Unidos, no recuerdo si en el Congreso o en la asamblea general de las Naciones Unidas, Francisco menciona a las personas que se dedican al voluntariado. Esto tiene una acepción amplia. 

En Bolivia, al dirigirse a las personas participantes del Encuentro Mundial de Movimientos Populares, dijo que estos movimientos son el gérmen de una nueva sociedad. Es posible actuar en el sentido de un vivir en sociedad que respete la individualidad y la humanidad de cada persona. Esto no es obra de un partido o una iglesia. Ni tampoco una acción gubernamental, exclusivamente, sino una acción conjunta, en red, donde todos y todas suman, o pueden sumar. 

Hoy tenemos de nuevo, como en los años 1960 y 1970, la conciencia clara de que cada uno y cada una, somos importantes. No es importante solamente un jefe de Estado o una jefa de Estado. Yo, vos, todos y todas somos importantes, a la hora de dar un rumbo al vivir. No estamos condenados a vivir bajo condiciones impuestas. 

Podemos y debemos actuar en el sentido de una existencia libre, justa y solidaria, en que cada uno y cada una seamos condición para la libertad y la plena realización del conjunto. No hay nada de fatal, de predeterminado, en el capitalismo y la explotación de la persona humana. Las personas no tienen valor sólo cuando producen, cuando generan ganancias. 

Esto no tiene nada de natural ni es querido por Dios. Si podemos vernos y ver la creación como expresión de Dios, necesariamente tenemos que actuar en consecuencia. No podemos vivir de cualquier manera. Ahí es donde otra vez resuena uno de los sentidos de las palabras de Jesús: “Porfiad de entrar por la puerta estrecha”. No es tan difícil seguir el camino de lo que es natural. 

El agua tiene su movimiento, fluye, se evapora, da la vuelta alrededor de los obstáculos, en vez de debatirse contra ellos. Pasa y se va, sigue. Así también, podemos hacer nosotros, en lo que se refiere al vivir. Podemos tratar de seguir la vía de lo más simple. Escuchar nuestro corazón, mirar hacia adentro y alrededor, y seguir el camino del agua. 

Fluir, dejarse llevar. Confiar. Decidir, elegir. Trabajar. Construir redes, reforzar las acciones voluntarias que promueven la persona humana en su dignidad y libertad. En el respeto a la individualidad única e irrrepetible que nos habita, que esencialmente somos. Esto también puede ser porfiar de entrar por la puerta estrecha. 

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