domingo, 25 de outubro de 2015

Caminando

Yo recuerdo con frecuencia unas palabras del Padre José Comblin, sobre el mensaje de Jesús. Decía él, que el mensaje de Jesús es simple, pero que esta simplicidad está para nosotros como la ciudad en la cumbre de la montaña: nos movemos como si fuéramos a alcanzarla, sabiendo que tal vez nunca lleguemos allá.
Muchas veces me sucede que, al reflexionar o meditar sobre alguna de las palabras de Jesús, o sobre Jesús en sí mismo, experimento un gran bienestar. La sensación de que me envuelve, o está dentro mío, un amor sin límites, que estuvo conmigo desde el comienzo de mi vida.
Escribo esto y lo comparto, con toda tranquilidad, pues estoy convencido de que cuando lo hago, no estoy practicando algo que pueda de ninguna manera interpretarse como orgullo o vanidad. Más vale me mueve el sentimiento de que el bien que experimento, al compartirlo, se multiplicará.
Hace unos días, recordaba lo que Jesús dice sobre el hacernos niños. Hay una parte nuestra que vive en esa dimensión original. Inocencia. Pureza. Una alegría muy especial, que es lo que sentimos en nuestros primeros años de vida.
Así me ocurre con diversos pasajes de los Evangelios. Los lirios del campo. El pan de vida. La vida eterna. El Reino de Dios. Lo de que no se puede servir a dos señores.
Hoy me viene de compartir estas cosas simples, que vengo experimentando. Tengo certeza de que muchas personas que lean esta breve anotación, también tendrán experiencias para compartir.

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