Poner unas letras en la hoja y sentir la sensación exacta de
estar donde uno debe estar. Respirar hondo por esto. Sentir que los pájaros
cantan de manera tenue en este final de tarde. Recordar la caminata por el
parque esta mañana. La ida a la universidad a la tarde. El parque otra vez. Y en
el medio, muchas veces, la sensación que me proporciona el estar vivo, de
maneras diferentes pero las mismas. Saber que soy ese que anda por ahí y de pronto
se alegra por ser como es, ni más ni menos. A veces me da un vértigo, tanta
vida pasada, y ahora aquí. En tantos momentos del día, experimentar la
perpejidad y el asombro de andar por ahí, caminando o en auto, y cada momento
como que evoca y reúne a todos los momentos pasados. El tiempo se compacta.
Tiempos que parecía que durarían para siempre se terminaron. Hoy es otro tiempo.
Muchas veces me sorprendo como si fuera una planta que volvió a la tierra. Y
esta tierra mía, mi tierra natal, me reconoce y la reconozco. Esto me pasó esta
tarde, y me viene pasando en distintas oportunidades. Reconocimiento.
Reencuentro. Es una sensación buena y muy placentera. Como si estuviera volviendo
a un tiempo en que no eran tan necesarias las palabras. Explicar. Decir por
qué. Bastaba vivir, estar, ser. Todo era más simple. Tiempo infantil.
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