domingo, 18 de março de 2012

Poeticidad

Hay unos momentos en que consigues ubicarte en la poeticidad del mundo. En esos momentos, desaparece cualquier angustia o preocupación. Es como si el mundo hubiera parado. Y paró, en realidad. Es la eternidad quieta e inmóvil del existir que se detiene. Lo sentiste ahora al mirar el jardín sin ninguna expectativa. Parecía completamente parado. Te asombró esa sensación, no porque fuera nueva o desconocida, sino porque esa quietud es lo poético del mundo, es lo que aparece cuando se mira sin expectativa, cuando simplemente se está. Por ahí uno se enrosca en tristezas o preocupaciones, focalizando lo que no está o no anda como nos gustaría. Un poco de perspectiva, tomar distancia, mirar desde otro lugar, muestra el contexto. Entonces la sensación cambia. Todo se integra, es como debería ser, está en su lugar, ajustado. Esto es lo poético, lo que ubica, lo que integra. Días atrás sentiste la vida como espacio, como estructura espacial. Ayer, sentiste que la vida tiene su propio ritmo, su propia voluntad, podríamos decir. Pensabas que para San Francisco, podría ser la voluntad de Dios, lo que debe ser, lo que es de la estructura, del tejido del universo. Cada persona podrá llamarlo a su manera, pero es eso. Es lo que la poesía sorprende, es lo que está ahí, y vos sos eso. Vos y lo que está ahí, son una sola y la misma cosa. Una quietud, una paz. La poeticidad del mundo a veces la consigues ubicar dejando de fijarte en lo que no funciona, en lo que falta o no está a tu gusto, lo que no es o no está como crees que debería ser. Muchas veces es una cuestión de perspectiva, de tomar distancia, de verlo desde otro lugar, ver el contexto. Entonces vienen unas sensaciones infantiles, que te alegran y te asombran. Como esta mañana en el supermercado cuando veías las manzanas y tuviste la nítida sensación de una memoria antiquísima, y eso te alegró. Eran otras manzanas, anteriores. O también ese papel de caramelo que recordaste hoy mientras manejabas, con dibujo de bananas y duraznos, uvas. Lo ves ahora está ahí. Ahí pero dónde, cómo, como diría Cortázar. Anoche recordabas una abertura de radionovela que escuchabas antes de irte al Liceo en la mañana, en tu adolescencia. Hormiga Negra me llaman, y vengo de San Nicolás, y si alguien quiere probar si la hormiga es brava y pica, vengan guapos a pelear y veremos quién se achica. Eso está ahí, lo poético está aquí, es esto, pero uno tiene que despegarse un poco de lo conocido, o de la forma conocida de estar aquí. Aflojar un poco la normosis, la codificación cosificada y cosificante de que habla Cortázar. Entonces como que te vas deslizando hacia allá, sin darte cuenta y dándote cuenta, te vas yendo a lo poético, a esa quietud que está ahí, que estuvo siempre, que siempre estará, pues es eso, es lo que no cambia, es lo eterno en medio de lo que cambia.

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