quarta-feira, 14 de março de 2012

Verdad y justicia

Duelen la traición, la falsedad. Son las cosas que más me han lastimado a lo largo de la vida. Y más duelen cuando quien las ha practicado o las practica, es del círculo más íntimo de tu vida. Alguien que te apuñala por la espalda, aprovechándose de tu entereza, que trata de beneficiarse a través de la mentira. Algunas personas creen que te pueden golpear impunemente, sin darse cuenta de que están cortando un lazo que no podrá recomponerse nunca más. Piensan en el dinero que podrían obtener si sus mentiras pudieran convencer, sin darse cuenta de que al traicionar tu confianza, se han disociado profundamente de sí mismos. He encontrado en la vida gente así, y recientemente he sentido este golpe de la traición otra vez, venido de donde nunca debería haber venido. Duele la traición, duele la falsedad. Creo que no las he practicado a lo largo de mi vida, ni las practicaré. He pagado deudas que no tuve, pero que la conciencia me obligó a pagar. Creo que el haber tenido una sola cara, me salvó la vida una vez, tal vez la vez en que más cerca estuve de la muerte física. Vivir con la verdad nos aparta de los falsos amigos, de la gente sin principios, ventajera y oportunista. La vida da muchas vueltas, y no hay otra manera de estar siempre de pie, aunque todo a tu alrededor se sacuda, si tenés una sola cara, una sola forma de actuar. La verdad cuesta, el engaño es más fácil, en apariencia, sólo en apariencia. Vivimos en una sociedad que no prioriza la verdad, sino la ventaja, y éste es el camino que eligen los traidores. Una ventaja que cuesta muy caro, cuesta más que el dinero que se puede obtener a través de la mentira. Podrán talvez obligarme a pagar lo que no debo, otra vez, difícil. El sistema está hecho para que las ratas tengan su oportunidad. Pero les va a salir tan caro que preferirán haber sido derrotadas en sus taimadas intenciones. Hay algo que no tiene precio: una conciencia tranquila, esto no se compra con dinero. Por motivos que desconozco racionalmente, pero que sin duda tienen que ver con el orden más grande que rige la vida, en medio del sentimiento de tristeza y rabia que me embargan, algo en mí está en paz y renaciente. La vida es muy justa, y no hay engaños que puedan tapar los ojos de Quien todo lo ve.

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