Esta mañana, en casa de Luzimar, la poeticidad empezaba a
organizarse. Las plantas en el patio. Los niños. El agua acumulada en el piso,
como espejitos transparentes. La ciudad medio vacía por el feriado. La Inmaculada
Concepción de la Virgen. Como si el placer y el amor, lo humano, fueran pecado.
Pecado es la disociación.
¿Cómo podría actuar siempre igual, si todo cambia? El ser
no es, está siendo. Y yo, que soy, también estoy siendo. Todo está siempre
siendo. Todo es móvil. De ahí la inseguridad de la que no puedo escapar. Pero
está la poeticidad, que repone la unidad del mundo y de la vida. Los colores
son sensaciones y recuerdos precisos, indiscutibles. Ese mundo silencioso es
unificado.
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