terça-feira, 24 de novembro de 2015

Cromáticamente

A veces los colores nos llaman de un modo muy peculiar. Su modo. El modo de cada color. Ahora el lila. Un lila amarillo. Un morado azul celeste. Los veía por la ventana del gimnasio esta mañana. Los jacarandás. Las primaveras o santa-ritas, o trinitarias. O entonces ahora un azul blanco; rojo amarillo, de un cuadro que hice y que está en mi casa en João Pessoa. Otro de un rojo morado. Naranja amarillo. Verde de dos tonos. Verde hoja y verde musgo. Cada color es un sentimiento. He estado estos días pasados, y aún hoy, con el color violeta, lila, celeste. Celestinas, unas flores que mi padre tenía en el patio del fondo de su casa. Ahora todos estos colores. Cada uno, cada color y su par. Todos estos pares de colores, son también la presencia de mi madre y de mi abuela. Mis abuelos son otros colores. Colores de campo. Verde ceniza. Los colores vienen en pares. Son pares de colores. Ayer estuve con mis hijos e hijas. Fin de semana que se fue adentrando por el lunes. Amarillo naranja. Amarillo naranja son familia. Ahora mis dos hermanos también están aquí. Recuerdo tiempos pasados. El pasado se presenta en colores. Sólo el ver la palabra colores, ya me trae tiempos pasados. Recuerdo paseos con mi esposa y compañera, por las calles y parques, por las plazas de Santiago de Chile y Buenos Aires, Mendoza y Paraná, Reconquista y Rosario, Posadas y Tarija, en Bolivia. Carabobo, en Venezuela. Tantos lugares. Todos colores. Ahora, esta tarde de noviembre, vienen a mí todos estos colores. El marrón de las palmeras y de los troncos en el parque y también en Padcaya, Bolivia. Uno puede vivir en colores. El color es un lugar que acoge. Uno puede ser color, y allí estar en paz, tranquilo. Personas muy queridas que no he nombrado, y que también viven en mi corazón, están también aquí, en esta evocación cromática. Mis tíos. Algunos amigos que ya se han ido. El Padre José Comblin y Dom Fragoso.  

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