A veces no sé qué
hacer. No sé si me pongo a pintar unas zinnias que me andan
rondando, o si salgo a caminar por el parque o por el barrio. O si
aún, me pongo a leer un libro de Nathaniel Branden sobre
“Autoestima,” o si entonces me pongo a hacer alguna de esas
tareítas domésticas que uno siempre va dejando para otro momento,
como arreglar el mantel, que está cortado. A veces en situaciones
como ésta, me pongo a orar. De esta forma, trato de alinearme con lo
divino. Pienso en las personas queridas, o en la humanidad como un
todo, y le pido a Dios que nos envuelva a todos con su inmenso amor.
Entonces, es como si le escapara el bulto a la indecisión. Pienso
que a pesar de todo, no es tan malo estar indeciso o ser indeciso. Es
como estar frente a muchas posibilidades lindas de cosas que te
gustaría hacer. Todas son buenas y necesarias. Pero ponerlas en
orden, elegir, me cuesta.
Nenhum comentário:
Postar um comentário