Esta mañana, cuatro
telas en blanco, en sus respectivos caballetes. Azul. Ahora a la
tarde, cuando ya tantas cosas han pasado por dentro y alrededor,
vengo a la hoja como si quisera saber qué son estas cosas, y sé.
Blanco, azul. Cuatro. Cuatro ventanas o puertas por donde donde estoy
pasando. Ahora ya un poco más tarde. Algo adentro mío se va
juntando. Me admira ver la juventud que sigue adelante. Con su
alegría y con sus sueños. Con su trabajo y su esfuerzo. Me estimula
y me alegra. Veo allí, en esos rostros jóvenes, el triunfo de la
vida. Una vida de rostros múltiples y diversos. Finalmente,
verdaderamente, realmente, la vida no deja de sorprenderme. Me veo
reflejado en esa corriente humana que sigue adelante, que va
plantando y cosechando, incansablemente. Creo que yo y mi generación,
muchos y muchas de entre nosotros, también fuimos y seguimos siendo
parte de esa continuidad de sueños. Sueños antiguos, que no caben
en ideologías ni doctrinas, no caben en instituciones o partidos. Lo
humano es más, la vida es grande, en su pequeñez. Miro el tiempo
pasado y el presente, como un único y el mismo tiempo. Tiempos
discontinuos. Trato de zafarme de los restos de máscaras que se me
habían pegado a la piel. Algo muy precioso está aquí ahora. Este
momento no tiene precio. Vale todo, y agradezco.
Nenhum comentário:
Postar um comentário