quinta-feira, 26 de dezembro de 2024

El placer como cura.

¿Puedo ser feliz? ¿Puedo disfrutar de la vida? ¿Mi placer de vivir puede ser permanente? Vengo trabajando de manera consistente para positivar la vida.

En este esfuerzo y decisión, me han ayudado incontables personas a quienes evoco y agradezco continuamente en mi corazón.

Me he dedicado de manera continuada y persistente, para sacar de mí todo lo que me dañaba. Y confieso que los resultados no dejan de sorprenderme.

Es una tarea cotidiana, en la cual tiene un papel especialmente importante la atención a la vida. Atención a cada pequeña cosa.

Evitar tanto como sea posible, la acción meramente mecánica, repetitiva. El registro de lo vivido, el diario, es uno de los recursos más valiosos en esta jornada.

Conversar abiertamente con personas confiables y en espacios resguardados, protegidos, lejos de toda manipulación, también me ha ayudado y me sigue ayudando a consolidar lo conquistado.

Pero lo decisivo, sin duda, es un excesivo amor por mí mismo, que fui generando en este trayecto.

Permitirme el placer del toque, la risa, el canto, el paseo, la brisa que acaricia, las flores que alegran, la belleza circundante.

Me fui apartando de las programaciones sufrientes que se habían infiltrado en mí. Dejé de ver a la gente como enemiga. Ya no critico tanto, o más bien no critico ya casi nada.

Disfruto del mero respirar, el canto de las aves, el color del cielo, el sonido de una voz, las expresiones de un rostro, todo lo que puedo.

Cura por placer. El placer como cura.

Las culpas ya no me tienen tan atormentado. Veo lo que ha sido mi jornada y más bien me perdono. Ya no planifico tanto. Confío más. 

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