No concibo la vida sin libros. Me libro de lo que no es, leyendo. Voy a lo que es, a lo que soy. Siempre fue así. No creo que se pueda vivir encerrado en lo que nos meten en la cabeza. Los libros amplían el horizonte. Muestran que hubo vida antes de que nosotros llegáramos, y que hay vida adonde nunca vamos a llegar.
Siempre me molestó quien leía para mostrar que leía. La lectura que humilla. Quien se cree más porque leyó y cita autores o autoras. Sin embargo, no concibo la vida, mi vida, sin lectura. Amplían el horizonte. Hacen crecer. Dan placer. Hacen más agradables los momentos. Dan sustentación y apoyo.
Muestran que la vida es posible en toda circunstancia. Me dirán que esto lo sabe todo el mundo. Cada uno o cada una sabe lo que sabe. Lo importante es vivir lo que se sabe. Saber que sabemos. Esto es lo que hace la diferencia. La vida es ahora. Es breve. Es cortísima. Un suspiro. Hagámosla más linda.
Se hace más lindo siendo uno mismo. Había quien se molestaba en la universidad por mi perspectiva personal de hacer sociología. No concibo otra manera de vivir que la propia. La que me hace bien y hace bien a quienes amo. Está lleno de robots por ahí repitiendo lo que les meten en la cabeza.
Fundamentalistas, fanáticos, fanáticas. No sé cómo pueden ceder la vida a un comando externo. Para salir de esa trampa tuve que luchar arduamente, y lo sigo haciendo. La tentación es constante. Vaya para allá. Hable así. Las cosas son así. ¿Como así? Voy a ver. Talvez no sean así, para nada así como vos decís.
Leo y escribo para ver cómo son las cosas. Para saber de mí y del mundo, más allá del manejo de la TV y las redes sociales. Escucho y me escucho para saber y saborear la vida y el mundo vividos. Cotidiano. Un día por vez. Mientras estamos aquí. Ahora. Esto. Lo que pasa y no pasa. Pasa y se queda.
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